Sáb 17.07.2010

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINIóN

Un presidente gay

› Por Mariana Carbajal

“En Córdoba no quieren el matrimonio gay”, me comentó mi hijo, de 9 años, mientras leía algunos titulares del diario La Nación durante el desayuno del miércoles, horas antes del inicio del histórico debate en el Senado. Era la primera vez que surgía el tema en la mesa familiar. Y fue el puntapié que necesitaba para contarle qué estaba en juego en el Congreso ese día. Apelé entonces a otras charlas que recientemente habíamos mantenido a propósito del Mundial de Fútbol sobre el apartheid en Sudáfrica y las leyes racistas que años atrás habían regido en los Estados Unidos.

–Hoy, si dos gays que se quieren deciden casarse y formar una familia no pueden. La ley se lo prohíbe. Y eso es injusto. Todas las personas tienen que tener los mismos derechos. ¿Te acordás de que en Sudáfrica los chicos negros no podían ir a la misma escuela que los blancos y unos y otros tenían que vivir en barrios distintos? ¿Y de que en los Estados Unidos tampoco las personas de color tenían los mismos derechos que las blancas? Bueno, en la Argentina los gays y las lesbianas tampoco tienen los mismos derechos que los que no lo son –empecé a explicarle. No me dio tiempo a seguir. Con una sonrisa pícara reflexionó:

–Y ahora en Sudáfrica y en Estados Unidos hay un presidente negro. Entonces, en Argentina un día vamos a tener un presidente gay.

Revolví el café con leche, empecé a untar con dulce una tostada y sonreí tranquila. En pocos minutos, Fede había entendido el significado simbólico y profundo que puede tener la ley de matrimonio igualitario en el país. Más allá de permitir que parejas del mismo sexo puedan casarse y adquirir así los mismos derechos y obligaciones que implica una unión matrimonial, contribuirá a limpiar prejuicios, aplacar comentarios humillantes y estigmatizantes y otras conductas discriminatorias que persisten en nuestra sociedad contra homosexuales y lesbianas, a pesar de la jerarquía católica, de la senadora Negre de Alonso y del insólito diputado salteño Olmedo, más cerca de encarnar un personaje del mítico humorista homónimo que de llegar alguna vez a la Presidencia.

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