Rodolfo Merlino tenía 28 años cuando lo llevaron a Malvinas como conscripto. Estuvo allá los 74 días que duró la guerra, a 12 kilómetros de Puerto Argentino, integrando una de las compañías que sufrió más bajas. Hoy es vicepresidente del Centro de Ex Soldados Combatientes (Cecim) de La Plata, agrupación exclusivamente formada por ex soldados. El 2 de abril pasado, escracharon la casa del dictador y le dejaron en la puerta un centenar de cruces de madera. “Murió sin castigo, pero sabemos que va a pasar a la historia como un dictador nefasto, responsable de una locura que provocó la muerte de una generación.”
–¿Qué genera en los ex combatientes esta impunidad?
–Hace que la bronca siguiera muy presente, aunque hayan pasado 20 años. Nosotros no olvidamos lo que hicieron; quien lea el informe Rattenbach va a encontrar que la cantidad de soldados muertos y desaparecidos en las tres fuerzas es mayoría, mientras que si buscás en el Comando en Jefe resulta que tienen más medallas que nosotros.
–Ustedes marcharon para insistir en el pedido de condena contra Galtieri. ¿La falta de justicia dificultó la reinserción?
–Sí, a algunos se les hizo más difícil, los perjudicó, generó problemas psicológicos, laborales, hizo más complicado que pudieran volver a insertarse en la sociedad. Nosotros seguimos pagando costos: solamente en el mes de diciembre tuvimos tres suicidios. Ellos hicieron una autocrítica en el informe Rattenbach, pero como no les convenía lo mandaron al freezer. No estuvieron a la altura de las circunstancias en ningún sentido, ni para la guerra como profesionales ni para enseñarnos a defender la patria. En la memoria, Galtieri va a quedar tapado por 50 metros de tierra.