–Ante la muerte de los represores, ¿los organismos deben modificar su estrategia?
–No. Las Abuelas vamos modificando nuestras estrategias de acuerdo a los tiempos políticos y socioeconómicos del país y la edad de nuestros nietos, no las modificamos por las enfermedades y muertes de los genocidas. El hecho de que Galtieri se muera significaría tener que lamentar que no haya confesado sus delitos, que no haya dicho dónde están los desaparecidos que pasaron por los campos de concentración en Santa Fe y los niños que nacieron en esos lugares. Lamentamos la muerte en el sentido de que no contribuyó en el proceso democrático de nuestro país allanándose a la Justicia, pero no lamentamos su muerte. Los que somos cristianos pensamos que eso está en manos de Dios y que seguramente un asesino y torturador no será recibido en el cielo.
–¿Qué costos tiene para la sociedad la impunidad de Galtieri?
–El primer costo fue su sola existencia como parte del aparato represivo y el haber llevado a la muerte a centenares de soldaditos. El hecho de que gobiernos constitucionales, usando el poder que no les confirió el pueblo para perdonar o aliviar a estos genocidas corre por cuenta de lo que tengan que contar a la historia estos representantes constitucionales. Pero yo creo que el agravio mayor que ha tenido el pueblo es habernos hecho convivir con ellos en lo cotidiano.
–¿Cómo cree que va a quedar Galtieri en la memoria colectiva?
–Como lo que realmente fue: un genocida y un irresponsable. Espero que a nadie se le ocurra, desde el Estado o las Fuerzas Armadas, homenajear a semejante monstruo, eso sería como dar otro cachetazo a la sociedad.