EL PAíS • SUBNOTA
Parece que sorprendió a los medios de comunicación la cantidad de jóvenes que se acercaron a dar el saludo final al ex presidente Néstor Kirchner. Se notó en títulos, bajadas y cuerpo de los textos. Sorprendió el fervor que mantuvieron esas filas de jovialidad, que arengaron incansablemente la infinita cola hacia la entrada de la Casa Rosada.
¿Qué ocurrió durante estos siete años para que esa gran masa de jóvenes ayer y anteayer se mantuvieran firmes en vigilia para ir a dar el último adiós al ex presidente, tras largas horas de sol y de frío y viento de la madrugada?
Escribo con mis 22 años de edad, y la poca experiencia de participar de manera activa en política. Porque si bien ayer estuve en Plaza de Mayo, en 2001 estaba cursando séptimo grado, y las imágenes del 19 y 20 de diciembre me llegan difusas, pero imborrables. Allí comienza mi memoria política. Con un país en crisis, lleno de incertidumbres y los cánticos de “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. Duró poco la lucha en conjunto, pero así comenzó el siglo para todos los argentinos, y la política para muchos de mi generación.
La pasión que demostró Kirchner hacia la política y hacia los objetivos que se planteaba, junto con la reivindicación del pedido de justicia, que fue finalmente escuchado por alguien luego de 30 años de injusticia, confluyó en “la juventud”, que pudo concebir a la política como herramienta para luchar por un modelo de país determinado; un parangón con aquellos jóvenes de los ’70 que lo hicieron, pero no vencieron porque los milicos asesinos les cortaron las alas del modo más horrendo que nadie podía imaginar.
La devolución de la política, tan dormida que había quedado en la década del ’80, luego de un “encendido” fuego que puede producir lo que un fósforo, y la todavía más patética década del ’90, cuando ya la llama de ese mismo fósforo estaba más que seca, producto del acérrimo neoliberalismo que instaló otro ex presidente, es lo que hoy aplauden a Néstor Kirchner esas colas de muchachos y muchachas.
Porque la política de derechos humanos por primera vez fue agenda del 2003 en adelante. Porque el manto de silencio se rompió, la venda en los ojos se quitó y el pedido de justicia fue escuchado y hecho carne cuando los mayormente responsables empezaron a caer uno tras otro en el banquillo de acusados, por fin. El ámbito de debate se abrió y la política tomó el lugar que le corresponde en el país. Adelante ella, y atrás la economía y los intereses privados.
Y porque no creo en los santos religiosos ni de carne y hueso me hubiera gustado gritarle a Kirchner alguna vez ¿dónde está Julio López? Porque la deuda con los derechos humanos todavía es grande. Por Julio López, los Luciano Arruga, los presos hacinados en cárceles y comisarías, los muertos por inanición del país, los represores que todavía falta encarcelar. La lista podría seguir. Pero el reconocimiento por haber sentado las bases de un Estado preocupado por sus habitantes es indudable, y eso es lo que durante estas jornadas los jóvenes le reconocieron a Kirchner.
Eugenia Serres
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux