Alguien murió por la Patria.

Este viernes, al fin, el cielo se dignó a derramar lágrimas. Al escuchar los helicópteros revolotear sobre nuestras cabezas no quedó más que mirar hacia arriba y dejar que las gotas llenasen nuestros ojos. Parecía que las nubes no iban a permitir que se agotara el llanto.

Este mismo viernes, nadie me convocó a esperar bajo la lluvia. De hecho, nunca nadie me convocó a marchar por nada. Mis caminatas por la Plaza no son más que una convicción de que el país y la sociedad se dirigen a un buen rumbo si existe el ideal de hacer de éste un lugar mejor.

Saber que eso es posible, moviliza. Y, hoy, siento un orgullo indescriptible al ver a cientos de jóvenes –y no tan jóvenes– que me acompañan en ese ideal. Aun sin coincidir en un 100 por ciento en cuanto a nuestras concepciones de la vida y la política, hoy estamos presentes. Hoy recuperamos muchas cosas que perdimos en años anteriores: costumbres, ambiciones, ideas y esperanzas.

Sé que la persona en que deposito mi confianza no va a “gobernar a partir de ahora”. Ya lo hizo y lo está haciendo. Por eso, Cristina, cuando tengas que mostrarte fuerte frente al mundo, no te preocupes, el pueblo llorará por ti. Y cuando quieras llorar frente al mundo, tampoco temas, que el pueblo se mantendrá fuerte por ti.

Carolina Demonte