EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Mario Wainfeld
Las dos medidas que anunció ayer la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (ver asimismo nota central) producirán efectos económicos y sociales similares, aunque tienen distinta raigambre institucional. El aumento, por única vez, de pensiones no contributivas insumirá más recursos en el corto plazo, pero es discrecional: no genera derechos adquiridos ni precedente. La ampliación de las asignaciones familiares a los trabajadores por temporada, en cambio, es un salto de calidad. Engruesa la esfera de ampliación de derechos ciudadanos, engarzando con la mejor medida social del kirchnerismo (y de las últimas décadas), la Asignación Universal por Hijo (AUH).
Los efectos inmediatos serán mejorar la capacidad adquisitiva de ciudadanos de modestos recursos, con el consiguiente impacto en el consumo popular, el crecimiento y el ciclo económico virtuoso.
Un clásico “K” se podría decir, típico cuando llega el fin de año. Dado que estamos a 1º de diciembre, es muy posible (aunque no seguro) que haya otras medidas distribucionistas antes de fin de año.
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Las asignaciones familiares, desde sus inicios, fueron patrimonio de los trabajadores en relación de dependencia. Funcionan como “contributivas”: las perciben quienes a su vez aportan. La exclusión, en épocas de pleno empleo, damnificaba a un porcentaje bajo de laburantes. Al espiralizarse la cantidad de desempleados e informales, una masa enorme quedó exenta de esa cobertura. Aun con los logros de los últimos siete años, ese universo sigue siendo muy numeroso.
La AUH, el reconocimiento de una mensualidad equivalente para hijos de trabajadores informales o desocupados (con algunas exclusiones, sobre las que se volverá), achicó esa grieta en medida apreciable, con enorme impacto. Se palpa en la merma de la indigencia y la pobreza, en la mejora del de-sarrollo local.
Algunos indicadores impresionistas refuerzan los datos duros de los índices. Hay menor demanda de útiles y vestimenta al sistema escolar, lo que indica que hay familias que ahora pueden bancarlo. Trepó el consumo de productos alimenticios y de ropa en barrios populares. Los intendentes del conurbano bonaerense y de otros grandes aglomerados perciben que hay mucha más basura en las zonas populares, trasunto del mayor consumo.
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Los trabajadores temporarios, ocupados durante una parte del año y sin conchabo otra, quedaban hasta ayer en una zona gris. No son desempleados ni recibían asignaciones en los meses ajenos a la temporada. La extensión de la protección social, vía asignaciones familiares que sufragará la Anses, amplía los derechos y mejora su ecuación económica. Son, mayormente, obreros de actividades tradicionales agropecuarias (zafra y vendimia) o realizan servicios ligados al turismo. Desde ahora, tienen un ingreso adicional durante todo el año y una nueva conquista. Son más de 150.000 según el cálculo, acaso cauto, de la Presidenta.
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Los beneficiarios de la AUH son menores de edad, hoy día llegan a cerca de tres millones y medio, distribuidos en más de 1.800.000 hogares. Los jefes de hogar, claro, perciben la mensualidad. Para casi todos los niños, es su primer beneficio social. Muchos accedieron a ellos con su primer DNI, unos cuantos son argentinos de primera generación.
Difícil exagerar el valor simbólico y económico del nuevo derecho ciudadano, que además repercutió en la matrícula escolar y en el cuidado de la salud de los chicos.
No se conoce aún, con precisión, cuál fue el impacto de la AUH en el palpable crecimiento del número de alumnos en 2010. A principios de año se conocieron estimaciones, derivadas de una encuesta hecha por el Ministerio de Educación entre directores de escuelas. Las cifras que arrojó son repetidas como datos comprobados, pero no deben tomarse al pie de la letra por dos razones. La primera es que el sondeo fue parcial y no “cruzó” a los nuevos inscriptos con los beneficiarios de la AUH. La segunda atañe a la complejidad de la estadística social. El mayor problema de la educación secundaria (aquella en la que más se elevó el número de alumnos) no es el número de ingresantes, relativamente alto, sino la deserción ulterior. Así las cosas, aunque se conocieran bien cuántos entraron (o volvieron) a la escuela como consecuencia de la AUH, seguiría pendiente tabular cómo sigue su trayectoria, lo que sólo se podrá lograr midiendo varios períodos escolares.
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Los ciudadanos bajitos titulares de la AUH están recibiendo gratuitamente un nuevo documento, la “libreta nacional de seguridad social, salud y educación”. Debe dar cuenta de su asistencia regular a la escuela y del cumplimiento de vacunaciones obligatorias. Funcionarios nacionales y locales de salud y educación realizaron megaoperativos de vacunación de miles de pibes, combinados con entrega de libretas, ayudando a los padres a integrarlas. Los hubo en decenas de ciudades del conurbano bonaerense y de otras provincias. Hay referencias que dan cuenta de su magnitud: en Tucumán duró una semana, en San Juan se concretó en una cancha de fútbol.
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Millones de hogares de trabajadores reciben la asignación familiar, por una vía o por otra, un conjunto que ayer volvió a crecer. Las virtudes del beneficio son patentes. Por eso, resulta más imperioso cerrar un círculo aún incompleto. Hay menores cuyas familias trabajadoras no perciben asignación familiar por ninguna vía. Una fracción son indocumentados, limitación fáctica que se va reparando. Los colectivos más relevantes, privados por razones legales, son:
a) los hijos de trabajadores informales que ganan más que el salario mínimo vital y móvil,
b) los monotributistas de bajos ingresos, salvo los monotributistas sociales,
c) casi todos los hijos de personas que reciben otros beneficios dinerarios del Estado, cualquiera fuera su importe. Entre otros, los incluidos en el Seguro de Capacitación y Empleo, los cubiertos por el Programa “Jóvenes con más y mejor trabajo” y algunos trabajadores de empresas recuperadas beneficiados con un módico subsidio mensual. Hablamos de personas que se están capacitando para reinsertarse en el mercado laboral, con apoyo público. O de quienes incursionan en su primer trabajo. Todos son beneficios por tiempo determinado. Las normas actuales prohíben su acumulación, un recelo excesivo.
Estas exclusiones están fijadas en los decretos que regulan la AUH. La finalidad es evitar abusos de ventajeros o duplicidad de ingresos. El modo en que se implementa resiente el sesgo universal del derecho. En estos casos es más grave dejar afuera (“error de exclusión”) a quien debería estar protegido que “pagar” de más a otro (“error de inclusión”). Excede las capacidades del cronista estimar el número de menores referidos, sin duda muy inferior al de los incluidos.
Como fuera, en poco más de un año el escenario cambió de pantalla, conjugando una política social de avanzada, aunque el círculo no se ha cerrado del todo. Ayer se dio otro paso adelante.
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