Lun 11.04.2011

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINIóN

El local, por goleada

› Por Mario Wainfeld

El gobernador Juan Manuel Urtubey logró una mayoría arrasadora, muy superior a la que le permitió arribar a su primer mandato. En números aproximados (esta nota cierra con el 70 por ciento escrutado) duplicó largamente al segundo, el diputado Alfredo Olmedo. Dejó fuera de carrera, mirando por TV, a la dinastía Romero, que gobernó 16 años de los 28 que lleva la restauración democrática.

En una provincia de marcada fidelidad electoral al peronismo, no se recordaba una diferencia tan grande desde 1973, cuando triunfara Miguel Ragone, el único ex gobernador que está desaparecido. Urtubey recordó ese dato en la elegante y centrada presentación que hizo en la conferencia de prensa ulterior al triunfo. Evocó emotivamente a ese líder de la izquierda peronista y se congratuló por el comienzo del juicio contra los represores procesados como presuntos responsables de ese crimen de lesa humanidad.

El Chango Urtubey subrayó dos puntos centrales de su campaña. El primero, que no será un “delegado” del poder central. El segundo, su afinidad y alineamiento con el proyecto que encabeza la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Sin ese contexto, explica siempre, sería imposible intentar el proceso de modernización y búsqueda de igualdad social que pretende encabezar.

Según el gobernador, los votos de los humildes (en el sufrido interior de la provincia y en la propia capital) le fueron aún más propicios que la media territorial. Con las cifras finales se podrá corroborar o refutar esa lectura.

En cualquier caso, ganó por goleada, borró del mapa a los Romero, se consolida en su territorio y puede, desde esa atalaya, mirar el horizonte de 2015.

Hace tres años, varios dirigentes peronistas (anche algunos kirchneristas en tránsito) y analistas de postín fantaseaban que Urtubey podía ser un presidenciable del post-kirchnerismo en 2011. El conflicto “del campo” y las elecciones de 2009 acicatearon la ilusión. Pragmático, peronista al fin, Urtubey entiende que el sol del post-kirchnerismo no ha alboreado aún y que, con poco más de cuarenta años de edad, su conveniencia política es seguir siendo fuerte en Salta y acompañar al Frente para la Victoria en octubre. Las alternativas (in)existentes en plaza apuntalan la racionalidad instrumental de su postura.

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La Presidenta llamó al gobernador tempranito para felicitarlo. En la Casa Rosada calculan, con buena lógica, haber enhebrado la tercera perla de un collar de elecciones sucesivas muy favorables.

Catamarca, Chubut y ahora Salta dan cuenta de un clima de opinión amigable con el kirchnerismo. Dialécticamente, lo estimulan y potencian. Walter Wayar, candidato del otro “sub lema” peronista, hizo una cosecha fatal, rondando el 10 por ciento del padrón. En Balcarce 50 no se atribulan por su destino, mientras calculan que la sumatoria de los votos entre Wayar y Urtubey expresa el potencial justicialista en Salta, que ronda los dos tercios de los votantes.

El apoyo de ciertos sectores del gobierno nacional a la fórmula de Wayar es uno de los reproches que Urtubey formula en voz baja al kirchnerismo central. Entre la militancia salteña kirchnerista más fervorosa se recrimina al gobierno y los tribunales salteños haber proscripto con malas artes la fórmula que encabezaba el joven Túpac Puggioni. Las divergencias políticas existen. Los intereses confluyentes entre el gobierno provincial y el nacional, por ahora, también.

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Le fue bien a Alfredo Olmedo, un outsider de derecha, un intuitivo de la antipolítica, un discriminador que contó con el lamentable apoyo de un rabino mediático. Una cuarta parte del padrón provincial es un logro estimable. El hombre, fiel a su idiosincrasia, se mostró en la tele poco después del cierre de la votación, denunció fraude y anunció que ganaba “por 42 a 38”. En tres horas se desdijo, reconoció la derrota y pronunció un discurso triunfalista. Esas tramoyas pavotas no justifican encandalizarse, forman parte del folklore político, sobre todo si se retractan en un lapso rápido. Las críticas a Olmedo son más sustantivas, de otro calibre: las denuncias sobre trabajo esclavo, su discurso homofóbico.

El capital de Olmedo, que tendrá muy baja proyección institucional traducida en diputados, senadores e intendentes, no es transferible al PRO, cuyos colores usó. Nadie es dueño de los votos, menos puede derivarlos. Suponer que el macrismo ha clavado una pica en ese norteño Flandes sería un desvarío.

Así las cosas, en tres distritos que suman cerca del 5 por ciento del padrón nacional, ningún partido opositor ha mostrado presencia o enjundia. El radicalismo sólo existió, en decadencia, en Catamarca. El peronismo federal sufrió la baja de un presidenciable en Chubut mientras todavía se ignora quién se queda con la gobernación.

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Ya que de ese Sur hablamos, la comparación con el escrutinio de Chubut embellece a cualquiera, pero es válido consignar que la experiencia del voto electrónico parece haber dado un buen resultado. La practicó un tercio de los salteños y tuvo una fenomenal acogida mediática, bien trabajada por los equipos del gobernador. La existencia de un mecanismo de control en papel, que permite un chequeo posterior no informático, la hace menos vulnerable que otros ejemplos. La necesidad de emprolijar y transparentar el sistema electoral es patente. No es tan claro que el voto electrónico sea la panacea que se pregona. La experiencia comparada, que algo siempre ilumina, comprueba que son muy contados los países que se valen de ese instrumento en elecciones nacionales. Con todas esas salvedades, la innovación suma a la experiencia política, al mismo tiempo que fortalece el perfil del gobernador.

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Urtubey reconoció que “Salta, la linda” no es “Salta, la justa”. Explica que enfrenta “una sórdida lucha de poder con el poder concentrado” de su provincia. Las provincias del NOA conservan una estructura social y cultural muy diferente al de las regiones más modernas de la Argentina, aquellas a las que llegaron las reformas del Estado benefactor, los avances del yrigoyenismo, los cambios sociales del primer peronismo. Aquellas en las que, parcial pero marcadamente, ha penetrado el lado virtuoso del “modelo” kirchnerista.

Tendrá cuatro años, conferidos por el pueblo soberano, para cumplir con su palabra y sus promesas. La elección fue limpia; la afluencia, interesante. Los argentinos son activos a la hora de votar y sus veredictos, desde luego opinables, siempre son traducibles en términos políticos. El de ayer consagró al gobernador, potenció al Frente para la Victoria, dejó en cero al Peronismo Federal y al radicalismo. Sin internarse en vaticinios siempre riesgosos, las elecciones de mayo y junio (La Rioja, Neuquén, Misiones y Tierra del Fuego) tienen pinta de ser muy favorables al kirchnerismo, que en un par de ellas tiene dos listas cuyo triunfo lo conformaría.

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