EL PAíS • SUBNOTA
› Por Eduardo Fabregat
Los lentes son para el sol /
y para la gente que me da asco.
(“Mañana en el Abasto”, Luca Prodan)
Y de pronto, en el país donde la opinión viene a ser el segundo deporte nacional, Fito Páez se convierte en un villano. Los que querían tirar a Kirchner de un tren y quieren terminar con “la inmigración descontrolada” salen a dar clases de civismo. Los que sonrieron con Mirtha Legrand faltándole el respeto a Néstor Kirchner, los que escucharon impávidos a Carrió asegurando que “sería divino que Cristina quedara viuda” y que los miles de personas que fueron a despedir al ex presidente eran empleados de Fuerzabruta pagados por el Gobierno, piden la cabeza del músico que expresó su bronca en una contratapa. Y lo acusan, milagros de esos que los psicoanalistas llaman proyección, de hipócrita.
Como (afortunadamente) se comprueba desde hace mucho tiempo, en este país hay libertad total para expresar opiniones. Muchas veces esas opiniones son ofensivas o insultantes hacia algún sector social, pero el cinturón antikirchnerista ha decidido que lo de Páez no sólo es imperdonable, sino que además expresa la totalidad del pensamiento K. Más allá de la evidente manipulación interesada de la opinión de un ciudadano (opinión que este escriba no comparte del todo, pero no es el caso), lo que se deja a un lado es que esos conceptos vienen de alguien que procede de un mundo que en general no piensa en agradar, ni hace mayores estimaciones o cálculos políticos antes de expresar lo que piensa.
Hace algunos años, Iván Noble brindó en el estudio de Sábado Bus “por un cáncer en los huevos para Videla”. Luca cantaba sobre el asco que le daba la sociedad de las rubias taradas. Mucho antes de juntarse a cenar con él en Olivos, Charly sacudió públicamente a “Nemen” y a sus votantes como expresión de lo horrible de la sociedad. “No nos sentamos a la mesa de los que firmaron la Obediencia Debida”, señalaron los Cadillacs. Se pueden seguir buscando ejemplos, con mayor o menor moderación: el rock putea, bardea, incomoda, a veces se pasa de rosca. La crucifixión de Fito por parte de medios y personajes que destilaron y destilan un odio bien visible, legible, audible, por personas con ideología diferente es otro paso ridículo en la crispación anti-K. Y desvía otra vez la discusión, convirtiendo a los que armaron un aparato parapolicial para apalear indigentes, pidieron denuncia policial para estudiantes en conflicto y espiaron a opositores, en paladines de la tolerancia; ocultando la incompetencia de la gestión macrista bajo una montaña de globos de colores. Eso, más que la elección de un 47 por ciento del padrón capitalino, es lo que da real asco.
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