EL PAíS • SUBNOTA
Alfredo Astiz habló casi dos horas cuando le tocó pronunciar sus últimas palabras. Y antes de sentarse le dio al juez Daniel Obligado un ejemplar de la Constitución. Obligado, la aceptó. Una de las querellas cuestionó al magistrado por ese gesto.
–¿Qué le pasó cuando Astiz le dio la Constitución?
–No me pasó nada. Que se acerque y me entregue al Constitución, la verdad, es la primera vez que me pasa. Lo hice público porque estábamos en un acto público, para explicar cuál era la presencia de este señor en el estrado.
–¿Como fue?
–Antes de irse a su lugar, creo que volvió sobre sus pasos, como que se estaría olvidando de esa determinación: se ve que la tenía de antes porque está dedicada al presidente de la Corte, (Ricardo) Lorenzetti.
–¿No sintió que le faltaba el respeto?
–Son actitudes. Fue muy duro, no sólo con nosotros sino con las partes. Pero una persona que está acusada de delitos tan grandes y la pretensión punitiva es tan pero tan grave, lo menos que le puede pasar es estar de mal humor o agresivo, está dentro de lo posible. Se me criticó porque lo dejé hablar mucho tiempo, la idea mía fue que en todo el juicio todos pudieran decir, que no se vean cercenados. Las últimas palabras tienen que ser breves, pero nosotros teníamos una agenda prevista; en función de esa agenda, y como algunos habían adelantado que no iban a hablar, yo estimé los tiempos en alrededor de las dos horas. Con Astiz, el debate no llegó a las dos horas.
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