EL PAíS • SUBNOTA
El juicio dejó sentado por primera vez jurídicamente el asesinato de Rodolfo Walsh. Los marinos estaban acusados hasta aquí por privación ilegal y tormentos, además del robo de bienes. La ausencia del cuerpo siempre impidió avanzar sobre el homicidio. Los testimonios de quienes lo vieron muerto en la ESMA sirvieron para abrir la posibilidad de un cambio en la figura legal, que exige una construcción de la prueba difícil para las querellas, a más de treinta años y con la lógica de invisibilidad de la represión.
–Se ha superado la idea de que para probar la existencia del cuerpo del delito en un homicidio haga falta el cuerpo material –dice Obligado—: lo que hace falta es el “cuerpo del delito” no el “cuerpo del finado”. El cuerpo del delito es el cúmulo de pruebas que indiquen que una persona dejó de pertenecer al mundo de los vivos. Aparte, hay testimonios de gente que lo vio (en ese estado) en el centro.
–¿Quedó claro por qué mataron a Walsh?
–Desde el punto de vista del plan, y esto es una especulación, el plan no sería matarlo en ese instante, sino torturarlo y obtener información. Quedó claro que no fue un suicidio, nunca se planteó, pero para aclararlo bien: nunca estuvo en duda que se haya suicidado, ni que tomó cianuro o disparó contra sí mismo. Fueron balas extrañas. Un testigo dijo que estaba partido al medio: como si una ráfaga de ametralladora lo hubiese partido. Pero con la falta del cuerpo no se puede saber. El llevaba un arma que no logró disparar.
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