Dom 25.05.2003

EL PAíS • SUBNOTA  › DAVID BLAUSTEIN

Chávez, Lula, el pueblo te saluda

Podría describir casi con precisión cinematográfica cada una de mis actividades del 25 de mayo de 1973, desde la salida del Ateneo Evita de la Juventud Peronista de Amenábar la 2300 por la mañana hasta el pánico de la represión en el penal de Villa Devoto luego de la liberación de los presos políticos, hasta la posterior caminata hasta la General Paz. Vaya la exageración pero no hay día en mi vida política que se pueda comparar a esas imágenes y esos sonidos del “se van se van y nunca volverán”, al “Chile, Cuba el pueblo te saluda”. Si esa imagen se pudiera congelar para resumir qué mundo quiero construir, para significar qué sociedad deseo para los que vienen atrás, es ese día. De hecho creo que la secuencia que más disfruto aún hoy de Cazadores de utopías es la marcha peronista en letanía de bandoneón con esos rostros: el cielo con las manos, el asalto al Palacio de Invierno.
Demasiada literatura para durar mucho.
Ni por asomo el poder del enemigo que parecía ya derrotado por su simple huida, escupido. Ni idea de los intereses económicos a derrotar ni de la necesidad de articular esfuerzos con la mayor cantidad de sectores posibles. Ni una idea acabada del General que arribaría un mes después, más herbívoro y más sabio que muchos de nuestros enemigos pero más viejo y más cabrón de lo que creíamos conocer. Reivindico plenamente aquella voracidad por el conocimiento, la pasión por la política con mayúsculas, la vocación por construir poder, la forma de intentar saldar –en los inicios de los setenta– las diferencias, los intentos de construir en cada uno de nosotros al hombre nuevo. Valores esenciales que las traiciones y las degradaciones morales no borran. Aborrezco de las matrices ideológicas católicas y leninistas que mal sumadas nos hicieron tanto daño.
Hace semanas que pienso cómo iba a hacer el día de hoy. En algún lugar imaginaba con recuperar hoy algo de aquello. 30 años después nos cargamos con el nuevo gobierno “camporista”. “Chávez, Lula el pueblo te saluda”, decimos y pensamos si esto durará más que los 43 días de Don Héctor.
Aunque Chávez no es Fidel pero deseamos que Lula pueda ser más que Allende. A veces me miro discutiendo y parecemos personajes de una obra de teatro de Orgambide. Ya no está la organización revolucionaria, dice el ideologista. Ni la burguesía nacional y la clase obrera industrial para construir la alianza estratégica, dice el pragmático. Tampoco el General tercea el melanco. Nos pesa una nueva frustración. Demasiada leche quemada y mucha vaca triste. Pero también pesa la edad y el quedarse afuera. Quizá la dimensión del ahora llamado “adversario” a vencer, ciertas comodidades conseguidas –aunque discutamos todo, todo el tiempo– y la existencia de un oficio cualquiera que vivimos con pasión y cuyos sueños no sabemos si nos dejarán aplicar si peleamos ese espacio en el Estado.
Pesa el recuerdo de los 30.000 y el salvajismo de nuestra derecha vernácula que tilda de zurdos a la reciente pareja presidencial, ya anuncia golpes de estado y equipara en su maccartismo criollo ser montonero, del Frepaso o de Kirchner. Otra vez muchos apuestan pensar el Estado como un lugar para hacer, para transformar. Un sociólogo fuerte defensor de la educación pública, un intelectual de perfil fuerte en la Cancillería que perfila una política internacional más autónoma –avalada por la enorme expectativa que implica Lula, Lagos, Fidel, Chávez en Buenos para la asunción–, un economista que se paró en forma distinta frente a los acreedores externos, un ministro de Salud que demostró que se podía contra los laboratorios farmacéuticos y la prepotencia clerical.
Declaraciones de funcionarios que anuncian una forma distinta de revalorizar el Estado, su función y su necesidad. Quizá el menemismo ha sido tan brutal y corrido tanto el arco a la derecha que ahora nos conformamos con poco. Lo que también es cierto es que el conservadurismo –que siempre ha tenido más claridad en identificar al malo de “su” película– ya ha empezado a trabajar y mucho. Quizá más que la preguntasobre el nuevo gabinete sea qué hacemos los que estuvimos en aquella Plaza para dejar de mirarla con tanta melancolía.

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