EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Luis Bruschtein
La noticia no fue una sorpresa para Hugo Moyano. De hecho la estaba esperando y por ese motivo se hablaba de una medida de fuerza conjunta con la CTA de Pablo Micheli para mediados de noviembre. No fue una sorpresa porque devenía de una medida anterior, cuando el Ministerio de Trabajo dio lugar a los cuestionamientos de la mayoría del Consejo Directivo de la CGT a la reunión que había convocado a las elecciones. Trabajo pidió que esa reunión se volviera a hacer. Moyano desoyó esa resolución, por lo que todo lo que hiciera desde ese momento iba a quedar por fuera del marco reglamentario.
Para el resto de la CGT, el proceso fue a la inversa. La resolución del Ministerio de Trabajo había dado lugar a la denuncia de que la convocatoria electoral se había formulado sin el quórum necesario, o sea, sin la mayoría de los 35 miembros del Consejo Directivo. A diferencia de la corriente de Moyano, el grupo encabezado por Antonio Caló logró quórum con 20 delegados y convocó a la elección en la que resultó elegido. La resolución que se conoció ayer terminó de saldar ese proceso.
Para el moyanismo no están en discusión seis delegados con los que se conformó el quórum de su reunión. Para los demás, esos seis no cuentan porque no tenían mandato para votar. Lo real es que la participación en el Consejo Directivo de la central obrera es a título personal y no en representación de gremios o personas. De esos seis que suma el moyanismo, para formar su quórum, ninguno es titular de una silla en el Consejo. Esta discusión sobre la legitimidad de los procesos electorales fue saldada por el Ministerio de Trabajo, pero seguramente tendrá una doble vía en la Justicia. Moyano tendrá que afrontarla con otra baja entre sus filas: el diputado Héctor Recalde era el abogado que hasta hace pocos días llevaba la voz cantante del moyanismo. Tras décadas de una estrecha relación profesional y de amistad, fue maltratado en público por el dirigente camionero y se alejó de esta corriente gremial.
Más allá de la discusión reglamentaria o legalista, y si bien Moyano logró traccionar un sector gremial importante, lo real es que los gremios enrolados en la CGT de Caló son más, tienen mayor cantidad de afiliados y su inserción en la economía es más central. Con excepción de camioneros, en la CGT de Caló están enrolados los gremios más importantes de la construcción, la industria, el transporte y los servicios. Son los gremios que tienen mayor cantidad de delegados al congreso extraordinario de la CGT. Esto quiere decir que si ese congreso se hubiera realizado con la participación de todos los gremios que conformaban la central obrera, Moyano nunca hubiera sido reelecto.
Ese cálculo habían hecho en ese momento las organizaciones que se oponían a su reelección aunque temían que pudieran producirse hechos de violencia que empañaran el proceso electoral. La argumentación de Moyano en aquel entonces se basaba, a su vez, en su carisma y capacidad de presión. Finalmente, el congreso no se hizo en forma unificada por lo que esas disquisiciones se convierten en contrafácticas y no tienen demasiada proyección a la situación actual. Eso no sucedió, y lo que sí resulta notable es que separados y cada quien por su ruta hay algunos que se sienten más cómodos y otros no.
La personalidad de Moyano le ganó un grupo de fieles incondicionales. Por el otro lado hay organizaciones que prefieren tenerlo alejado. Tras ocho años al frente de la CGT, Moyano no hubiera aceptado un puesto secundario como cabeza de una corriente interna. Está más cómodo corriendo por fuera. De la misma manera lo siguió el núcleo duro del moyanismo. Pero otros gremios que todavía lo acompañan lo hicieron más por la inercia de la rosca gremial interna de la CGT. Fuera de ella, el camino político que inició Moyano les genera muchas contradicciones y no tienen una lógica de central chica y no reconocida. Para ellos, la alianza con Moyano tenía sentido dentro de la CGT.
Pese a que el gremialismo peronista reivindica el concepto de central única que tuvo su origen en una ley de los primeros gobiernos de Perón, lo real es que gran parte de su historia estuvieron divididos. La izquierda argentina, a diferencia de la izquierda de otros países, también reivindica la central única instaurada por el peronismo, pero lo real es que cuando han tenido algún peso, actuaron con bastante autonomía.
La primera corriente gremial que planteó abiertamente la posibilidad de centrales diferentes fue la CTA. Lo único que hizo fue poner sobre la mesa cartas que ya eran conocidas por los jugadores: el mundo gremial se dividía y unificaba según los procesos políticos, sociales y económicos. Y la mayoría de las veces ni siquiera se trataba de formas ideológico-partidarias diferentes, sino de nucleamientos internos del peronismo.
Con las dos CGT, las dos CTA y la de Barrionuevo, hay cinco agrupamientos que se asumen como central obrera más allá de los reconocimientos oficiales. Cualquier lectura que se haga estaría diciendo que el concepto tradicional de organización obrera entró en crisis. Una mirada un poco más profunda mostraría asimismo que la idea de varias centrales tampoco funcionó porque también se terminan dividiendo. Todo indicaría que el movimiento obrero necesita formas más flexibles de organización, formas que lo contengan y que al mismo tiempo generen condiciones para la organización de corrientes internas con bastante autonomía.
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