EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
La miniserie televisiva Clarín, un invento argentino se viene transmitiendo por Canal Siete. Son ocho capítulos de media hora, que se difunden de a dos, los sábados a la noche. Se han transmitido ya cuatro (o sea dos emisiones), quedan otros tantos por verse. La dirigió Ari Lijalad y la produjo David “Coco” Blaustein. Es un documental con nutridos testimonios y dotado de un tono sobrio. Repasa la historia de Clarín desde sus albores, refrescando etapas poco trilladas, aun en estos días eufóricos y revisionistas.
La presencia de la hija de Roberto Noble, Guadalupe, es un ingrediente informativo fuerte. Otro hallazgo son las incursiones de Juan Sasturain mirando ejemplares del diario de distintas épocas con el afán y el placer de un periodista y lector. Protagonistas, investigadores y periodistas de variados “palos” conforman un pasaje singular.
La mención del programa –muy distante del panfleto, la diatriba o el simplismo dominantes– es una recomendación del cronista. Y también una señal acerca de la potencialidad de la televisión pública y de los espacios que abre la ley de medios. Un ejemplo, como lo es el Canal Encuentro, de lo que puede hacerse cuando se abre el juego a nuevas voces o formas de expresión, a los que, por decisión propia, los medios privados jamás habían dado cabida.
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