EL PAíS • SUBNOTA
Se dijo que al no estar incluida la figura de los perseguidos políticos en la Convención, la idea de genocidio despolitiza a las víctimas.
–Creo que eso tiene varios problemas. Por un lado, todos los procesos genocidas a lo largo de la historia tuvieron motivación política. Por otro, pensar la identidad centralmente como política y en particular la identidad política partidaria produce, a mi modo de ver, un empobrecimiento de la comprensión de ese proceso porque deja por fuera montones de relaciones sociales que no remiten a la identidad partidaria. Los delegados gremiales, dirigentes barriales, estudiantes, muchos tenían identidades partidarias, algunos menos claras o cruzadas: lo político nos atraviesa de modos mucho más complejos que lo partidario. La idea de “grupo nacional” termina de instalar la complejidad de los procesos genocidas: la destrucción de vínculos sociales que se vinculan con el rediseño de sistemas de poder, que es en lo que se basa la política, opera en todos los lazos de la política nacional transformando nuestra identidad.
–Otra crítica es que la idea del genocidio aparece determinada por la experiencia nazi.
–Cada representación evoca tipos de analogías distintas. El genocidio está analogado al nazismo, y eso tiene ventajas y desventajas. La cara negativa es su vinculación directa con el racismo y una de las consecuencias más negativas es la experiencia de Guatemala, donde hubo una fuerte despolitización del proceso de exterminio al priorizarse la identidad indígena por sobre el componente nacional y político de los grupos destruidos, que incluían indígenas y ladinos. En el caso argentino se acentuó la idea de grupo-nación y no con su carga racista o étnica, pero permitiendo una fuerte politización. Pero otra forma de esa analogía es muy favorable. En la lucha contra la impunidad está instalado que los perpetradores nazis no pudieron escapar a la condena y, aunque no del todo cierto, opera en la resistencia contra la impunidad como expresan el canto del “Como a los nazis...”.
–¿El “genocidio” cambia las penas?
–Resulta muy sugerente que, pese a que normativa y doctrinariamente las figuras de lesa humanidad y genocidio no deben medirse distinto en términos de penas, haya una tendencia muy creciente a establecer penas más severas y cumplimiento de prisión de condenas más severos en aquellos que reconocen la existencia de genocidio aun cuando no se fundamenta de esa manera. Es particularmente llamativo, muestra la fuerza que imprime el concepto incluso en ámbitos donde no tendría fuerza efectiva. Esto es parte de lo que estoy evaluando en mi segundo volumen.
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