Martes, 12 de marzo de 2013 | Hoy
EL PAíS › LAS IRREGULARIDADES QUE ENCONTRARON LOS INSPECTORES DE LA AFIP Y EL RENATEA
Los trabajadores que viven en las fincas tienen que comprar los víveres a los contratistas a precios exorbitantes, como en las peores épocas de las explotaciones rurales. La empresa dice que no puede albergar a todos los peones en la finca.
Por Emilio Ruchansky
Desde La Rioja
En el kilómetro 3 de la ruta provincial 25 hay una ancha tranquera blanca con un cartel que anuncia que la finca Promas es propiedad de Mastellone Hermanos, la conocida empresa de productos lácteos. El 1º de marzo pasado hubo una inspección del Ministerio de Trabajo nacional y arrojó que solo 65 de los 302 empleados estaban debidamente registrados en la AFIP. La delegación del Renatea fue recibida ayer por la mañana, en medio del arribo de nuevos trabajadores, en micros de la empresa. El campo tiene alrededor de 1600 hectáreas sembradas con olivos destinados a preparar aceite, en el mismo lugar, o vendidos a terceros, para que lo envasen como aceitunas de mesa. El principal objetivo de los inspectores es detectar cuántos trabajadores tienen su Libreta de Trabajo Agrario (LTA), pero las actas contienen una hoja aparte para las denuncias de los trabajadores, sin que los patrones accedan a ellas.
En la oficina, a pocos metros de la tranquera, un cartel del Ministerio de Trabajo informa que el establecimiento “registra alta siniestralidad”, es decir, mayor riesgo de accidentes laborales. El equipo del Renatea se dividió: unos partieron al campo para relevar trabajadores, otros solicitaron información a los empleadores. Desde campo adentro vino un cuatriciclo a toda velocidad, trayendo a una persona con un hombro lastimado. Lo dejaron en la garita de vigilancia, acompañado de dos muchachos: uno dijo tener fiebre, el otro mucho dolor en la boca del estómago.
Mientras, los peones recién llegados esperaban ser registrados en la AFIP y descargaban en el piso sus cestos para recoger aceitunas. “Si usás pulóver te lo sacás y hace más fresquito. Eso hacen los chaqueños y los salteños”, contó Pedro, un peón de 48 años. El hombre, que vive cerca, en Catamarca, aseguró que soporta temperaturas que a veces pasan los 40 grados y que no le den botas y ropa adecuada, y si no reclama es porque no se consigue trabajo a su edad.
Juan, riojano, de 30, comentó que fue por trabajo a un supermercado grande. “No tengo secundario, por eso no me tomaron”, explicó.
La paga por un cajón de aceitunas, que tiene el tamaño de los utilizados en los lavaderos de ropa, es de 14 pesos. El que sabe trabajar puede ganar 1400 pesos por quincena. El gerente explicó que por la “dificultad” de conseguir cosechadores, se recurre a los cuadrilleros, que buscan peones en Salta, Chaco y Jujuy principalmente. “Todos son trabajadores temporarios, están todos en blanco, y si tienen accidentes la ART se hace cargo y a los trabajadores se les paga por los días no trabajados. Además, tenemos un servicio médico. Si alguien se accidenta o tiene otro problema, en 15 o 20 minutos viene una ambulancia”, aseguró el gerente, Ramón Terzeghide.
Había pasado hora y media cuando este cronista partió a recorrer los olivares y los lugares de alojamiento de quienes duermen dentro de la finca, sin que apareciera una ambulancia. En el camino había miles de olivares que forman extensos bosques, muchas veces protegidos del viento por hileras de casuarinas. La cosecha manual se aplica solo a las aceitunas que se procesan para llevar a la mesa. Los empleados se suben a esos árboles en escaleras hechas con madera de álamos o de aluminio. Muchos cuelgan de las ramas el almuerzo y sobre el piso dejan las botellas con agua congelada.
Las caídas de la escalera son frecuentes. Otros riesgos son la presencia de yararás, arañas grandes y el calor. Las condiciones habitacionales aportan lo suyo. Para empezar, el botiquín está vacío. Los delegados del Renatea constataron, mientras una cuadrilla limpiaba a las apuradas baños y cocina, que las habitaciones no tenían las ventanas correspondientes y había una ínfima cantidad de hornallas eléctricas. A falta de cocinas, la mayor parte de la cocciones se hacen a leña. “También notamos que pocos techos de chapa tienen membranas para bajar el calor y demasiadas camas para lo que se permite”, observó el inspector Patricio Guendulain.
Como en otros lugares relevados por esta entidad y otras como la AFIP y el Ministerio de Trabajo, existen sobreprecios en la comida. Este era uno de los motivos por los que ayer un grupo de santiagueños y chaqueños pensaba irse a solo tres días de llegar al campo. “Somos cuatro. Compramos dos kilos de fideos, sal, dos puré de tomates, jugo en polvo a tres pesos el sobrecito, cinco kilos de harina y kilo y medio de grasa, aceite y tres kilos de carne. Nos cobraron casi 400 pesos. No cierra por ningún lado”, dijo Felipe, de 22 años, quien vive con su pareja e hijos en Santiago del Estero.
Los alimentos los venden los cuadrilleros y están guardados en un container verde, frente a los galpones donde deben dormir los empleados. “Los que están parando afuera deben están mejor porque pueden hacer las compras en la ciudad, que es mucho más barato. Desde acá también te llevan a veces, pero te traen tarde y perdés de una jornada de trabajo”, agregó el joven. En Santiago del Estero ganaba 350 pesos por semana, lo mismo que ganaría en la finca porque solo logra llenar siete cestos diarios, cuando el resto pasa los 20. “Vine por un anuncio en la radio. Fui directo a la terminal y de ahí me trajeron, espero conseguir la plata para volver”, dijo.
El gerente admitió que las condiciones habitacionales son limitadas. “Como no entran todos, buscamos espacios en la ciudad, que no está preparada a veces”, dijo. Luego prometió hacer lo que haga falta para dar un buen alojamiento y destacó la labor “conjunta” con los organismos de contralor provinciales y nacionales para mejorar la parte habitacional. “No podemos ampliar los galpones porque a duras penas cosechamos este año”, agregó. Según él, los costos de la actividad manual hacen poco rentable la venta de aceitunas.
Los fiscalizadores pasaron mañana y tarde registrando la situación de los trabajadores. “Es importante saber si tienen la libreta del Renatea (LTA) o hacérselas, porque les da varios beneficios. Prueba la relación laboral, establece categorías, antecedentes de trabajo y permite hacer estadísticas”, explicó el inspector Máximo Martínez Zavalía. Luego agregó que la LTA sirve, cuando se trata de un trabajador permanente que da una prestación discontinua, como los cosecheros, porque si al año siguiente no lo llaman tienen que indemnizarlo. Además, la libreta incluye un seguro de desempleo. “El problema central de estos derechos es la falta de información sobre ellos. Si no hay información, las leyes son más declarativas que operativas”, agregó este inspector y abogado laborista.
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