EL PAíS
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Una señal de identidad
› Por Martín Granovsky
Corresponsales extranjeros y diplomáticos se hacen las mismas preguntas. El estilo de Néstor Kirchner de un día, un tema, ¿es el movimiento por el movimiento mismo, típico de los ilusionistas? ¿O hay un rumbo que va tomando distintos ejemplos? Reacio a la teoría, el Gobierno prefiere actuar. La discusión es mayor en economía, donde la realidad es más compleja y al Estado le faltan herramientas. En cambio en derechos humanos no solo la gama de grises que exhibe la realidad es menor: tampoco el Gobierno quiere grises.
En sus tres semanas como Presidente, Kirchner produjo seis hechos en esa franja de temas:
- Descabezó a la cúpula militar, empezando por el jefe del Ejército Ricardo Brinzoni, coautor del rearme político militar junto con el ex ministro Ricardo López Murphy.
- Se reunió con las Madres de Plaza de Mayo lideradas por Hebe Bonafini.
- Recibió a las Madres-Línea Fundadora y a otros siete organismos de derechos humanos.
- Prometió que no volcaría a las Fuerzas Armadas a la represión, que no criminalizaría la protesta social y que pasaría los ascensos policiales por los archivos.
- Instruyó a la Cancillería para que dejara que México y España se entendieran solos en la decisión de extraditar o no al represor de la ESMA Ricardo Cavallo.
- Nombró en Derechos Humanos a Eduardo Duhalde, un exiliado de la dictadura, y en el mismo sector de la Cancillería a Alicia Oliveira, defensora de presos políticos en esos años.
La decisión de aceptar la renuncia de Carlos Sánchez Herrera, ayer, puede ser inscripta como la séptima de las medidas en derechos humanos. Con el añadido de que Kirchner la resolvió en solo una mañana y sin el tironeo, habitual hasta ahora en otros gobiernos, de empezar negando la información periodística para después atribuirle mala fe y terminar cargando con el costo político de la permanencia.
El contenido de la iniciativa y su rapidez tienen, también, una interpretación política. Carente de un apoyo partidario tradicional, el Presidente necesita a la vez ensanchar su base de apoyo sin perder en ningún momento las señas de identidad que fijó como elementos constitutivos. La cuestión de los derechos humanos es una de esas señas. Y, además, en su pelea con la Corte Suprema, no está dispuesto a que ninguna foja de servicios como la de Sánchez Herrera debilite su embestida contra Julio Nazareno & Asociados.
Carlos Menem consideraba que ser fuerte consistía en conservar a sus funcionarios a toda costa. Kirchner pensó que conservar a Sánchez Herrera perjudicaría su pacto implícito con una sociedad harta de menemismo en su sentido más amplio.
La política no es siempre una mala palabra.
Nota madre
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