EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
A fines del año pasado, la Corte Suprema le ofrendó a Clarín un regalo navideño: una nueva dilación del juicio por inconstitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA). El semestre termina, el multimedios ganó tiempo. Pero los plazos se van agotando. En la semana que hoy termina, la Autoridad de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) presentó un “último” escrito, fundando un recurso por arbitrariedad. El expediente, ahora, está en condiciones de correrle vista inmediata a la procuradora general, Alejandra Gils Carbó, para que emita su dictamen no vinculante.
Todo indica que ese trámite será veloz y que la Corte quedaría en condiciones de dictar sentencia definitiva antes de la feria de invierno, que comienza el 15 de julio e insume dos semanas. El calendario y las circunstancias previas colocan a los supremos en un brete. Les exigieron al juez de primera instancia y a la Cámara que le metieran pata con sus respectivos fallos. El máximo tribunal no tiene plazos fijados por ley pero sería chocante que fuera incongruente con sus gestos previos.
La impresión que prevalece en el cuarto piso del “Palacio” de Tribunales es que los magistrados se ausentarán en la feria, que será cubierta por Eugenio Raúl Zaffaroni, como es usual. “No estaremos propiamente de vacaciones –explica uno de ellos–, tendremos que ir estudiando.” Seguramente, más informa que profetiza, cada juez diseñará su propio voto y luego llegará el momento de intercambiar y compatibilizarlo. A la conspicua tensión política, explica el confidente, se agregan complejidades técnicas. La decisión de Cámara distingue entre lo regulado para canales de aire y de cable, reconoce la constitucionalidad parcial de la LdSCA respecto de Clarín (claro que en cuestiones inocuas, agrega este cronista), las adecuaciones de los demás grupos mediáticos a la cláusula antimonopólica están avanzando... Esa maraña, pobremente explicada, debe ser reformulada por la Corte. Traducida al castellano, para empezar, diría este escriba sin ser demasiado sarcástico.
El calendario judicial se cruza con el político. La feria linda con los principios de agosto, el 11 son las primarias. En octubre llegarán las elecciones nacionales. Imposible desacoplar ambos escenarios: cualquier resultado impactaría en el imaginario ciudadano y despertaría suspicacias, cuanto menos desde el bando de los perdedores. Así y todo, en la Corte se susurra que la sentencia llegará en agosto porque sería chocante dilatarlo más.
Entre bambalinas, algunas ONG edificantes podrían interferir pidiendo ser admitidas como amicus curiae. Esa intromisión puede favorecer, de nuevo, los planes dilatorios de Clarín y darle un pretexto a la Corte para diferir su pronunciamiento, aunque sin evitar el papelón.
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El voltaje es elevado pero en las oficinas de la Corte se reconoce (bueno, fuera) que hubo tiempo de meditar sobre el caso, contra lo que pasó en el pedido de inconstitucionalidad de las reformas al Consejo de la Magistratura (CM, en adelante). El presidente Ricardo Lorenzetti explicó ante oídos atentos, que incluyen a funcionarios nacionales de primer nivel, que el Gobierno hizo “todo mal” en ese terreno. “No nos consultó antes, apuró todo, nos forzó a fallar en pocos días... el proyecto es malo.”
Los errores, según Lorenzetti, se proyectan también al plano procesal. El Estado elevó a la Corte sólo los pleitos que tramitaron ante la Justicia electoral, que imponen un trámite híper acelerado. Ni siquiera interpuso per saltum simultáneo para las medidas cautelares decretadas contra la vigencia de la ley. Sin decirlo en voz alta, Lorenzetti concuerda con un enunciado del voto de Zaffaroni: si la sentencia de la Corte admitía la constitucionalidad de la ley, hubiera sido imposible el llamado a elecciones, trabado por las cautelares. O sea, la decisión habría resultado virtual. Un escándalo jurídico que comprueba que el sistema de control promiscuo de la constitucionalidad hace agua. Menudo detalle omitido por las vestales de la Carta Magna, que la elogian sin ambages ni apego a la realidad.
La mayoría fue contundente, autoelógianse en la Corte. Lorenzetti se franqueó ante pocas personas: su voto se orientó a acompañar una mayoría amplia. La explicación asombra porque, de ser así, hubiera hecho prevalecer el espíritu de cuerpo (o “la gobernabilidad interna”, en sus palabras) sobre su propia lectura sobre la constitucionalidad.
El presidente distingue entre el CM y la LdSCA: uno sería un capricho del oficialismo, la otra una “política de Estado”.
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Lorenzetti es un protagonista de trato cortés, hasta afable por momentos. En estas semanas furibundas, luce más emocional y enojado a veces. “Se calentó –admiten en su torno– con lo de la AFIP.” Según el cortesano, la AFIP lo asedia, investigando a él y a parte de su familia. La denuncia no peca de inverosímil pero (algo inadmisible en un magistrado) sí de poco fundada. No hubo actos públicos, inspecciones, intimaciones, llamadas... Lorenzetti explicó a sus colegas que conoce que lo investigan, “porque esas cosas se saben”. El mismo, o sus voceros, difundieron la nueva a los medios dominantes. Por segunda vez en pocos días, el presidente de la Corte se ganó la tapa de los diarios: el antecedente fue una histórica de La Nación, con su foto a media página. Fue la repercusión de la sentencia sobre el Consejo de la Magistratura, el modo en que la platea de doctrina gritó un gol.
La relación entre el oficialismo y la Corte, vaya un eufemismo en un marco caldeado, no atraviesa su mejor momento. Cunden la verborragia y las operaciones, aun así convendría no exagerar.
El supuesto fin de la República se zanjó con una sentencia de la Corte. A varios, incluido este cronista, les pareció mala, pero eso no altera lo sustancial. El Ejecutivo acatará, no recurrirá a tribunales internacionales, tratará de avanzar con la “democratización de la Justicia” con otras normas. Nada hay de fatal en ello, el conflicto se dirime por los cauces institucionales.
Claro que la verba enardece, las suspicacias azuzan reacciones en espejo. Con una sentencia histórica por delante, lo deseable es que cada cual cumpla su rol, privilegiando sus deberes. Habrá que ver y esperar, habrá que ver si mucho o poco.
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