En 1983, los militares parecían seguir obsesionados con “la subversión”. Ya no se trataba de organizaciones armadas, sino de los organismos de derechos humanos. “La subversión desarrolla desde el exterior y en la Argentina, a través de las OOSS (organizaciones subversivas) una estrategia que tiene como objetivo aferrar a las Fuerzas Armadas por diferentes medios y llevarlas a una situación de inmovilidad tal que haga imposible su reacción ante su rebrote”, dice el documento de la Fuerza Aérea. En ese contexto, los militares creían que la “subversión” buscaba infiltrarse u operar dentro mismo de las Fuerzas Armadas (“sobre el público interno de las FFAA”, decían). Señalaban que el objetivo de estas organizaciones era, entre otros, “realizar campañas encubiertas dirigidas a crear o incentivar actitudes de rechazo a la ‘amnistía’ por parte del personal superior de las FFAA”. Como prueba, mostraban una carta interceptada por sus espías a la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas, quien le escribía a una compañera que estaba en Barcelona. Allí, Cortiñas contaba que “la lucha tiene como tema principal el rechazo a la ley de amnistía, pero siempre manteniendo en primer lugar lo de la aparición con vida de los desaparecidos”.