Lun 04.03.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › ADRIANA PUIGGROS, PEDAGOGA

“Hay que transmitir que hay futuro”

La debacle nacional amenaza con convertir el ciclo lectivo que se inicia hoy en el más problemático de los últimos años. A la tradicional falta de presupuesto, que promete un difícil panorama de conflictos docentes, se suma la crisis de la educación privada y la generalización de la indigencia. En estas páginas, ofrecen una visión alternativa dos de los principales especialistas en la problemática educativa.

“Tiene que haber un trabajo de los docentes para socializar y evitar que se produzcan divisiones por sectores sociales.” Eso propuso la pedagoga Adriana Puiggrós, en diálogo con Página/12, ante los cambios sociales que este año se verán en las aulas. Para la ex secretaria de Ciencia y Teconología, la “ecuación fundamental” para sobrellevar la crisis incluye al “comedor escolar, el clima de trabajo, los maestros tranquilos y padres que apoyen”.
–¿La crisis socioeconómica va a afectar al ciclo lectivo que empieza ahora?
–Muy profundamente. En especial por el clima cultural. Para que se pueda aprender y enseñar debe haber confianza en que hay un futuro y en que esa tarea pedagógica tiene sentido. Para eso es muy importante que los adultos, tanto los docentes como los padres, puedan tomar distancia de la situación actual, para poder transmitirles esperanza a los chicos, para que perciban que la catástrofe no es su destino y que estudiando se abre la posibilidad de salir adelante. Debe haber un acto de generosidad por parte de los adultos. Los docentes tienen que enseñar, defendiendo también sus salarios y mejores condiciones para trabajar. Cada padre y cada maestro tendría que pensar hoy qué le va a transmitir a los chicos para que a la escuela vayan con ganas de aprender. Hay que enseñar, sin vueltas.
–En la Secretaría de Educación porteña se están preparando para un escenario donde confluirán, en la escuela pública, los chicos de sectores sociales más pobres y los de la clase media en baja.
–No es malo que los chicos compartan la escuela. Pero va a ser necesario apoyar a los docentes: tienen que cobrar como para vivir tranquilos y deben tener detrás un sistema educativo que funcione. En la Ciudad de Buenos Aires funciona bien, pero en otras provincias hay un problema grave cara al futuro. En educación, las joyas de la abuela ya las gastamos. Hasta mediados de los ‘90, Argentina tenía un alto grado de alfabetización y de retención estudiantil, pero eso ya no es así. El nivel de escolaridad por ahí sigue alto, pero es porque los alumnos van al comedor escolar. Y el hecho de que concurran chicos de diferentes sectores sociales a la escuela estatal sería maravilloso si se pudiera volver a estructurar la escuela pública. Pero si es producto de la crisis se puede volver muy problemático.
–Ante la polarización del origen social de los alumnos, ¿qué tendrían que hacer los docentes en el aula?
–Tiene que haber un trabajo de los docentes para socializar y evitar que se produzcan divisiones por sectores sociales en el aula. Habría que organizar mucho trabajo en equipo entre los chicos. Pero lo más importante que hay que hacer este año en educación, los padres y los docentes en conjunto, es restablecer normas claras, poner objetivos y acordar las formas de evaluación. Y crear un ambiente de trabajo en la escuela y en la casa.
–¿El impacto de la crisis va a ser distinto en la escuela privada y en la pública?
–Depende mucho de los tipos de escuelas públicas y privadas. Hay algunas privadas donde se va a notar mucho, pero en otras, como las parroquiales y las religiosas, no creo. No se puede generalizar. Igual, donde más se ve la crisis es en la escuela pública.
–¿Los colegios estatales pueden llegar a perder alumnos de los sectores sociales más carenciados, es decir, a los hijos de padres que ya ni siquiera pueden mandarlos a la escuela pública?
–Sí, cuando cierran los comedores escolares. Eso no se puede permitir. El comedor escolar, el clima de trabajo, los maestros tranquilos y padresque apoyen: esa es la ecuación fundamental para superar esta situación de crisis en la escuela.
–El regreso de la clase media a la escuela estatal, ¿podría redundar en un mayor impulso para la educación pública, vía mayor exigencia de los padres?
–Esos padres habían tomado una decisión muy fuerte en los ‘90 cuando resolvieron mandar a sus hijos a la escuela privada, porque la tradición en el país era la escuela pública. Ahora vuelven, pero por la crisis, entonces vuelven desesperanzados. No sé si van a tener ánimo para exigirle mucho a la escuela. Además, en varias investigaciones que hicimos en los últimos años encontramos que los padres de sectores pobres suelen tener una exigencia muy alta, a veces desmedida, hacia los docentes. Están convencidos de que ese es el único camino para salir de la pobreza. Entonces podríamos encontrarnos con padres de clase media deprimidos y con gente de clase baja que ven a la escuela pública como la única posibilidad de cambio para sus hijos.

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