EL PAíS • SUBNOTA › HORACIO RODRíGUEZ LARRETA, EL GANADOR EN LA INTERNA DEL MACRISMO
Integró gobiernos peronistas y radicales. A falta de carisma, siguió al pie de la letra lo que le aconsejaron sus asesores.
› Por Werner Pertot
“Horacito, con esa cara nunca vas a ganar una elección.” Santiago de Estrada no se andaba con vueltas. En las épocas en que el funcionario macrista conducía la Legislatura, le soltó esa frase a Horacio Rodríguez Larreta. Con el cariño de un padre, le explicó que él era muy bueno para los cargos ejecutivos, pero nunca iba a tener suerte en las urnas. Eran las épocas en las que en el PRO le decían “Pi”, porque no superaba el 3,14 por ciento de intención de voto. Esa maldición se rompió ayer. Larreta les demostró a todos que también puede ganar en el terreno electoral y nada menos que a su eterna enemiga, Gabriela Michetti.
Hijo de una familia de alcurnia, su tío abuelo fue procurador general en los años treinta y convalidó la acordada de la Corte que legitimó el golpe del dictador Félix Uriburu contra Hipólito Yrigoyen. Su padre, Horacio Larreta Leloir, fue parte del Movimiento de Integración y Desarrollo (el fundador del desarrollismo, Rogelio Frigerio, fue el padrino de Larreta). En un casting armado por Macri para elegir a su sucesor en 2011, Larreta contó que él y sus hermanos tuvieron una relación difícil con su madre, que se divorció, y con su padre, que se casó con una mujer mucho más joven.
Se recibió de economista en la UBA e hizo cursos de Administración de Empresas en Harvard. Su primer empleo fue como analista financiero en la petrolera Esso.
Atravesó gobiernos peronistas y radicales, siempre con la proa puesta a la derecha. “Aunque Larreta suele sostener que sus trabajos en el Estado durante los gobiernos de Menem y De la Rúa cabían en la definición de ‘técnicos’, sus nombramientos se ligaron siempre a acuerdos políticos”, detallan Gabriel Vommaro, Sergio Morresi y Alejandro Belloti, autores de Mundo PRO. Anatomía de un partido fabricado para ganar.
Larreta entró a la Gerencia de Inversiones Extranjeras del Ministerio de Economía, cuando lo conducía Domingo Cavallo. Luego saltó a la Anses, donde tuvo un doble contrato en 1996: uno por 27 mil pesos/dólares por seis meses de trabajo para “asesorar en la coordinación del diseño de los sistemas operativos” y otro por 39 mil pesos/dólares para “implementar todas las medidas que crea convenientes para el mejor aprovechamiento de los recursos humanos”. Los contratos de lujo (más de 11 mil dólares por mes en 1995), firmados por el director ejecutivo Alejandro Bramer Markovich, fueron descubiertos por la Auditoría General de la Nación, y en la Anses debieron cambiar la modalidad por la que lo contrataban. Consultado por Página/12, Larreta no reconoció los documentos y dijo que “jamás fui acusado de tener un doble contrato”.
Siguió como gerente general de la Anses hasta 1998, cuando saltó a la secretaría de Desarrollo Social del gobierno de Carlos Menem. Asumió como subsecretario de Políticas Sociales, segundo de Ramón “Palito” Ortega. Allí lo conoció a De Estrada. Luego fue a parar al directorio del Fondo Nacional de Capital Social (Foncap). De aquella época arrastra hasta hoy una causa judicial por presunta corrupción que impulsó el fiscal Guillermo Marijuan. Fue por el supuesto peculado en el préstamo de más de un millón de dólares a la Fundación Emprender para pagar deudas bancarias, un destino que no contemplaban los fondos del Foncap. Larreta fue llamado a indagatoria el 25 de noviembre de 2005, pero nunca se concretó. La Cámara Federal ratificó el mes pasado que debe continuar la investigación, pese a que el fiscal de Cámara, Germán Moldes, desistió de la apelación.
En la Alianza se reconvirtió: Fernando de la Rúa lo nombró interventor del PAMI entre 2000 y 2001, junto con Cecilia Felgueras y Angel Tonietto, cuñado de Graciela Fernández Meijide. De esa época surgen las acusaciones por la falta de pagos a la Fundación Favaloro, que Larreta niega enfáticamente. Acto seguido, Larreta fue funcionario duhaldista: lo nombraron presidente del Instituto de Previsión Social (IPS) durante el gobierno bonaerense de Carlos Ruckauf. También fue director de la DGI, a donde lo convocó Cavallo.
Por esa época, creó el Grupo Sophia, una de las clásicas fundaciones neoliberales, pero orientada a los problemas concretos. De allí salieron, por ejemplo, la actual vicejefa María Eugenia Vidal y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. Fue compañero de fórmula de Macri en 2003, cuando fueron derrotados por Aníbal Ibarra. En esa época, lo presentaban como “el peronista Larreta” para darle un componente distinto al armado del entonces presidente de Boca. “Es el hombre que más estudió sobre el asistencialismo en la Argentina”, lo ensalzaba Macri por ese entonces.
Larreta cuenta con un patrimonio de 12 millones de pesos, según sus últimas declaraciones juradas. Entre sus activos, hay empresas familiares dedicadas a la cría de ganado y a arrendar campos. En su cumpleaños cuarenta, organizado por su esposa la wedding planner Bárbara Diez en el Tortugas Country Club, estuvieron el empresario Marcelo Mindlin, el directivo del diario La Nación Fernán Saguier, además de Alfonso Prat-Gay, Diego Santilli y Michetti.
De un perfil extremadamente cuidado, Larreta se desbocó en plena campaña de 2011 cuando dijo sobre el progresismo: “Ellos fueron los que destruyeron la Ciudad. Que vengan todos, les vamos a romper el culo”. Debió pedir disculpas y nunca volvió a cometer el mismo exabrupto.
Larreta no cuenta con el carisma natural de Michetti, pero siguió al pie de la letra el consejo de sus asesores. Si le pedían que se deje sombra de barba para mostrarse descontracturado, lo hacía. Si le recomendaban juntarse con vecinos, organizaba metódico una recorrida por semana por los barrios. Allí, estoico, escuchó quejas, críticas, recomendaciones y hasta insultos. “Hice miles en los últimos ocho años”, contó durante esta campaña. Le rindió frutos. Esta victoria y las que seguirían no son el final del camino para Rodríguez Larreta. Lo ponen un paso más cerca del sueño que tiene desde que era un niño y que le repite a todo el mundo: quiere ser presidente.
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