Lun 27.04.2015

EL PAíS • SUBNOTA  › MICHETTI APOSTó A LA CIUDAD Y PERDIó

El final de un sueño

› Por Werner Pertot

El auto que manejaba Gabriela Michetti dio vueltas y terminó con las ruedas mirando al cielo. Ella y su marido salieron despedidos por el parabrisas. Lo último que escuchó ella fue una frase de su acompañante: “A ver cómo te las arreglás ahora”. Michetti se las arregló, no sólo para superar las consecuencias de ese accidente, que en 1994 la dejó en una silla de ruedas de por vida, sino para construir una carrera política. Ahora tendrá que arreglárselas para reconstruirse tras esta elección en que se jugó todo y perdió.

Cuando sufrió el accidente, Michetti ya había comenzado su carrera pública, aunque le guste decir que su militancia se inició realmente en el PRO. En esa época, era directora de Relaciones Internacionales de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, donde gobernaba Jorge “Topadora” Domínguez, tal como cuentan los periodistas Sol Peralta y Fernando Amato en Gabriela. Historia íntima de la mujer detrás de la política. Su padrino político fue el dirigente democristiano Carlos Auyero, con el que tuvo una relación de afecto personal más que de militancia política. Entre 1989 y 1991 fue asesora de la Comisión de Gestión Internacional del Gobierno bonaerense, que conducía Antonio Cafiero. Luego de la rehabilitación posterior al accidente, entró a trabajar en la Secretaría de Industria y luego al Ministerio de Economía, donde siguió durante toda la década menemista y la Alianza. Llegó a ser directora de Negociaciones Comerciales Internacionales en esa cartera, cuando Domingo Cavallo volvió a conducirla en el año 2000. En paralelo, estudió periodismo en TEA y José “Pepe” Eliaschev le dio un lugar como columnista en Radio Municipal.

Nacida en Laprida, hija de un médico y de una maestra que es sobrina-nieta de Arturo Illia, su primer trabajo fue de baby-sitter. Estuvo casada con el periodista Eduardo Cura, padre de su hijo Lautaro. Su actual novio es el presidente de la Cámara de Medicamentos de Venta Libre, Juan Tonelli. Su hermana, Silvina, es la presidenta de la cadena de tintorerías 5 à sec.

Michetti dejó Laprida a los 17 años para estudiar la Licenciatura en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. En esa época, le gustaba decir que era de la UCeDé, aunque no militaba. Luego cursó una maestría en Gestión de Negocios e Integración en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES). La maestría la dirigía Félix Peña, padre de Marcos, que la invitó a conocer a Macri. Lo recibió “con prejuicios” en su casa. En ese entonces, Macri le parecía “frívolo, no lo consideraba un líder político”. Según la senadora, ese primer encuentro con Macri “fue maravilloso”. Tiempo después, Macri le propuso integrar la lista de legisladores y ella pensó que estaba loco. Pero finalmente aceptó. No sólo encabezó la lista y entró sino que terminó siendo jefa de bloque del PRO en la Legislatura. Lideró la ofensiva macrista para destituir a Aníbal Ibarra luego del incendio en Cromañón.

En 2007 fue una pieza clave para que Macri rompiera el techo que hasta entonces le impedía llegar a un cargo ejecutivo. Bailaron juntos al ritmo de “No me arrepiento de este amor”, de Gilda. Su relación con el entonces cardenal (hoy papa) Jorge Bergoglio se pudo ver en dos momentos clave del gobierno porteño: cuando frenó un acuerdo por el juego en 2008 y cuando enfrentó a los sectores macristas que querían avalar el matrimonio igualitario en 2009. De las 43 sesiones que debía presidir como vicejefa, Michetti faltó a 40. En su entorno explicaban que era porque tenía un perfil más ejecutivo.

En ese año, Macri consiguió que ella aceptara renunciar a la vicejefatura para presentarse como candidata a diputada. Nunca la convenció esa decisión, y cuando su líder político le solicitó que pasar a la provincia, le dijo que no. También cuando la invitó a compartir la fórmula presidencial. Ella se jugó a fondo por la Jefatura de Gobierno. Y perdió. En la mesa chica el PRO, no le imaginan un futuro inmediato más allá de su cargo de senadora. Más adelante, plantean “recuperarla” para algún cargo “más acorde para ella”. Está claro que, para Macri, la Jefatura de Gobierno no lo era.

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