Miércoles, 20 de mayo de 2015 | Hoy
EL PAíS › CóMO ES Y CóMO SE HIZO LA PUESTA MUSEOGRáFICA QUE YA SE PUEDE VISITAR
Mapping, intervenciones sonoras y proyeccciones de los testimonios de los sobrevivientes. El contexto histórico, la carta de la embarazada que llegó a destino y un tubo de vidrio que simboliza los vuelos de la muerte.
Por Victoria Ginzberg
El Dorado es una habitación de 12 por 20. Los represores de la Escuela de Mecánica de la Armada planificaban allí sus operativos. Los ventanales de los laterales se cubren por cortinas que bajan automáticamente cuando entra el visitante. En la oscuridad, aparecen los marinos. Sus fotos de los legajos en cuadros apoyados en el piso. En la pared, la función que cumplieron en la estructura del terror. Otra vez oscuridad por un momento. Y otra vez los marinos. Sus fotos hoy, sin marcos ni cuadros, durante los juicios. Y en la pared, las condenas que recibieron.
“En el edificio del Casino de Oficiales funcionó el centro clandestino de detención, tortura y exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada, ESMA. Durante la última dictadura cívico-militar, entre los años 1976 y 1983, existieron en nuestro país más de 600 lugares de detención ilegal. Aquí estuvieron detenidos-de- saparecidos cerca de cinco mil hombres y mujeres. Militantes políticos y sociales, de organizaciones revolucionarias armadas y no armadas, trabajadores y gremialistas, estudiantes, profesionales, artistas y religiosos. La mayoría de ellos fueron arrojados vivos al mar. Aquí la Armada planificó secuestros y llevó a cabo asesinatos de manera sistemática. Aquí mantuvo a los prisioneros encapuchados y engrillados. Aquí los torturó. Aquí los desapareció. Aquí nacieron en cautiverio niños que fueron separados de sus madres. En su mayoría fueron apropiados ilegalmente o robados. Muchos de ellos son los desaparecidos vivos que hoy seguimos buscando.” Este es el texto con el que se encontrarán a partir de ahora quienes ingresen al Sitio de Memoria del Casino de Oficiales.
Lo que allí se muestra y se cuenta y cómo se hace –desde la Presidenta para abajo acuerdan en que no se trata de un “museo”– es producto de un largo debate en el que participaron miembros de organismos de derechos humanos, investigadores y funcionarios. De hecho, algunas de las propuestas originales fueron modificadas o eliminadas debido a las opiniones de familiares o víctimas. Los desaparecidos, por ejemplo, están del lado de afuera del Casino. Sus fotos están en la estructura de vidrio del hall de entrada, que es el espacio de transición entre el afuera y adentro. El montaje de todo el lugar se hizo sin modificar o restaurar el edificio, que es monumento histórico y, además, todavía prueba judicial. Por eso la intervención fue aprobada por la Justicia y en algunos lugares un papel cubre alguna inscripción o marca que podría haber sido dejada por los que allí estuvieron secuestrados. Los carteles o explicaciones están sobre una estructura que se apoya en el piso y las imágenes se hacen con la técnica del mapping. En todas las salas se proyectan también testimonios de sobrevivientes y testigos.
El secretario de Derechos Humanos, Martín Fresneda, destacó que el proyecto se hizo pensando en “las próximas generaciones” y que “es fruto del consenso con organismos de derechos humanos que demandaban un espacio como este”.
Alejandra Naftal y Hernán Bisman fueron los curadores generales. “El objetivo es transformar el edificio en un medio de comunicación para que todos sepan lo que ocurrió, pero no para que se paralicen. Acá no hubo sólo muerte, también hubo lazos de solidaridad entre los secuestrados y actos de resistencia que están reflejados. Hay dispositivos museográficos que apelan a la emoción para generar que la gente se sacuda, pero también que tenga herramientas para reflexionar. Era importante que el público no viviese una situación del horror. Junto con los organismos de derechos humanos decidimos que no íbamos a construir un campo de concentración. Y todo lo que es se explica aquí se basa en fuentes fidedignas”, explicó Naftal, que junto a Bisman coordinó un equipo de cuarenta personas que incluyó a Roberto Busnelli y Carlos Campos como curadores adjuntos y Alejandra Dandan, Albano García, Pablo Douschitzki, Martín Capeluto y Adrián Sto- ppelman, entre otros periodistas, diseñadores e investigadores.
El recorrido obligado para los visitantes incluye una impactante proyección sobre el contexto histórico, realizado por el canal Encuentro, que se ve sobre una gran pared de lo que fue el comedor de los marinos, y una explicación acerca del doble rol de la ESMA como centro clandestino y escuela. En el tercer piso está Capucha, las piezas de las embarazadas y los cubículos de Pecera, donde los secuestrados eran mano de obra esclava de los represores.
En Capucha hay una marca de 2 por 0,70, la huella de una “cucha”, el sitio donde debían permanecer los secuestrados. La pieza de las embarazadas es chiquita. Unas letras blancas apoyadas en el piso se preguntan “¿Cómo es posible que en este lugar nacieran chicos?”. Responde la voz de Sara Solarz de Osatinsky, que ayudó a las parturientas de la ESMA. Cerca de allí está la carta que Elizabeth Patricia Mancuso escribió a su mamá cuando le dijeron que iban a entregar a su hijo nacido allí a su familia. Excepcionalmente esa vez fue cierto.
En el Pañol, donde los represores acumulaban el botín de guerra, se cuenta la historia de las muñecas que Elsa “La Gallega” Martínez hizo con telas y materiales que sacó de allí. En Capuchita, el altillo, cuatro micrófonos amplifican el sonido que llega en tiempo real desde afuera: el Aeroparque, la escuela industrial Raggio, la avenida Libertador. Son los mismos ruidos que los secuestrados escuchaban mientras estaban allí encapuchados.
Antes de entrar al sótano, en el playón de estacionamiento, de donde salían los “traslados”, hay un tubo de vidrio de doce metros de altura: un Serapeum, o sala de homenaje a los héroes muertos. La vista se eleva al cielo, en simbólica alusión a los “vuelos de la muerte”, el destino de la mayoría de las víctimas de la ESMA. Pero el recorrido no termina allí, sino en una plaza en la que se ven imágenes de la recuperación del Espacio para la Memoria, en 2004.
El Sitio de Memoria del Casino de Oficiales se puede visitar de miércoles a domingo de 12 a 17. Los menores de quince años deben ir acompañados por un adulto.
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