EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
La Boleta Unica Electrónica (BUE) debutó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en la primera vuelta de las elecciones para jefe de Gobierno. El escrutinio resultó veloz, no mediaron polémicas ni debates. Según una consulta realizada por la Defensoría del Pueblo local a más de 12000 votantes, más del 93 por ciento pudo manejarse con comodidad y aprobó la metodología.
Dirigentes del PRO destacaron el avance describiéndolo como una mejora en la calidad de vida de “la gente”, una adecuación a la modernidad y en general un conjunto de tópicos que delinean su discurso político.
Este cronista participó de la compulsa y da fe de dos aspectos. El primero es que votar es bastante sencillo: no más arduo que sacar dinero de un cajero automático.
El segundo es que, para precaver vandalismos en las máquinas, se suprimió el cuarto oscuro y se elige bajo la mirada de los integrantes de la mesa, con la relativa cobertura de la propia compu.
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El sistema elegido se asemeja al usado en la provincia y en varias localidades de Córdoba. No es voto informático, que queda registrado en la computadora sino boleta electrónica, que el ciudadano imprime. Puede (y debe) revisarla para ver si quedó expresada su decisión.
En el escrutinio deben contarse las papeletas una a una y corroborarse luego en la máquina. O sea, hay un asiento escrito accesible a los ciudadanos y un recuento que cualquier fiscal puede chequear. Eso amortigua las críticas que vendrán sin desvirtuarlas.
Compete a quienes capacitan a sus fiscales inducirlos a que miren todas las boletas y no accedan a que solo se escrute acudiendo a la máquina.
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Las virtudes atribuidas al nuevo sistema son la celeridad y la imposibilidad de hacer maniobras con boletas de papel (en especial ocultarlas o generar escasez).
Se trata de argumentos atractivos aunque este cronista los considera insuficientes. La velocidad no es más importante que la confiabilidad de los guarismos, así insuman más tiempo. A “la gente” en general no la desespera un escrutinio lento que los matiza con su vida común: comiendo, paseando, viendo la tele u holgando.
Sí mejora la rutina de los periodistas que cubrimos los comicios, que también somos gente... pero eso no debería ser el eje de un trance democrático tan relevante.
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Una metodología se prueba con el uso y, desde ya, no alcanza una votación que fue especialmente sencilla. En parte, porque había contadas listas y solo tres boletas para discernir, lo que posibilita la labor del votante. Y no se le hace trabado, lo que generaría nervios sobre todo si se está bajo la mirada de “otros”. En otros distritos hay muchos más partidos y categorías en disputa.
La segunda es que los resultados ayudaron. No hubo puntos en disputa. Las diferencia entre el primero y el segundo fueron muy grandes. También las que separaron a Martín Lousteau de Mariano Recalde. A su vez Horacio Rodríguez Larreta quedó lejos del cincuenta por ciento más uno que hubiera evitado la segunda vuelta.
La prueba ácida son elecciones reñidas o cruzadas por denuncias.
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Y el problema básico es que parte del juego está encriptado dentro de la computadora. Se alega que es “boba” pero no es totalmente cierto: tiene un hardware y un software sin los cuales no funcionaría. Son munidos por una empresa y una sola.
Todo sistema informático es vulnerable, particularmente si lo programa un privado que ejerce un monopolio de hecho.
La abundancia de papel tiene quichicientas contraindicaciones contrapesadas por una virtud cardinal. Todo lo que es legible puede ser revisado por personas comunes sin competencias especiales. O sea, para ser fiscal no se requiere más experticia que la del titular del derecho de voto universal. Esa es la clave del control, democrática aunque virtualmente farragosa. La democracia como sistema también lo es...
El sistema se discute a nivel mundial, fue prohibido por los tribunales alemanes por motivos similares a los que se borronean aquí.
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Todo instrumento es susceptible de prueba y revisión, vale. Pero hay un misterio en la base del sistema, que es saludable evitar.
Se aconseja con fervor leer en su larga totalidad una nota más erudita que ésta, escrita en un medio que acompaña enfáticamente al PRO. La escribió Ariel Torres, un especialista, el 11 de julio en el diario La Nación y alega: “creo asimismo que hay cuestiones que las máquinas aun no pueden administrar sin intervención humana. El sufragio es una de ellas, en mi opinión. Me siento mucho más tranquilo, pese a ser un promotor infatigable de las nuevas tecnologías, si el primer paso de los comicios no lo dan máquinas hablando con máquinas, sino personas entregando a otras personas su voto en papel”. Y amén.
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