EL PAíS • SUBNOTA › LA CUENTA DEL MERRILL LYNCH
› Por Raúl Kollmann
Parece cantado que, en algún momento, los titulares de la cuenta del Merrill Lynch en Nueva York van tener que prestar declaración indagatoria por el delito de lavado de dinero. Como se sostuvo en la sorpresiva denuncia de Sandra Arroyo Salgado, los titulares de esa cuenta son la madre del fiscal, Sara Garfunkel, la hermana de Nisman, Sandra, y el informático que trabajaba para el fiscal, Diego Lagomarsino, aunque Nisman retuvo el control de la cuenta porque era el apoderado. La novedad más trascendente es que Garfunkel designó como su abogado a Pablo Lanusse, pero eso será en el expediente de la muerte del fiscal. En la otra causa, la de lavado de dinero, la defensa es ejercida por Paul Warszawski y Javier Litvak.
Está claro que Nisman tenía el manejo de la cuenta del Merrill Lynch: era el apoderado y por lo tanto la persona por la que pasaban los depósitos, cheques y transferencias. Sara Garfunkel, Sandra Nisman y Lagomarsino dirán que no tuvieron ningún dominio ni conocimiento respecto de la cuenta de Nueva York. Es más, Lagomarsino ya declaró y contó que en 2013 Nisman le pidió que firmara unos papeles con los que, de hecho, aceptó estar en la titularidad de la cuenta. Según el informático, Nisman tenía mucha autoridad sobre él y no podía negarse a firmar, pese a que el fiscal le dijo explícitamente que no podía ser titular por ser una persona políticamente expuesta, es decir con responsabilidades políticas. Al mismo tiempo, Lagomarsino afirmó que nunca participó de ninguna operación y que sólo puso su rúbrica en dos transferencias de algo más de dos mil dólares para pagar expensas de unos lotes que Nisman tenía en el complejo Pueblomio de Punta del Este. Los lotes no figuran en ninguna declaración del fiscal y están a nombre de su madre, Sara Garfunkel.
Las explicación de Garfunkel y Sandra Nisman sobre la cuenta de Nueva York es bastante similar. Aducen que tras la muerte del fiscal llamaron, desde un locutorio, a un número que él les dejó y que ellas ni sabían que era un número de un banco. La versión del locutorio parece poco verosímil, pero todavía menos fue lo que dijeron a continuación: que la persona que atendió les dijo que podían recurrir a otro titular, Lagomarsino. Los bancos del mundo y más aún los norteamericanos son renuentes a dar detalles sobre cualquier cuenta y, además, en este caso, tenía fondos no declarados. Respecto de los lotes en Uruguay, Garfunkel reveló que viajó a ese país con su hijo y que no sabe qué papeles firmó. La parte poco creíble fue que dijo no recordar cómo fue a Uruguay, si en avión, barco o en auto.
Toda esta investigación quedó en manos del juez federal Rodolfo Canicoba Corral y el fiscal Juan Pedro Zoni, aunque también colaboraron el titular de la Procuraduría de Delitos Económicos (Procelac), Carlos Gonella, y la Unidad de Información Financiera (UIF), José Sbatella.
Dada la muerte de Nisman, una parte importante de la pesquisa depende de la información del Merrill Lynch, cursada a través de la justicia norteamericana. Los exhortos fueron enviados hace rato y se esperan las respuestas.
Las relaciones entre Arroyo Salgado y Garfunkel parecen atravesar por un mal momento. En la causa por la muerte del fiscal ya están representadas por letrados distintos –Juan Pablo Vigliero, Manuel Romero Victorica y Federico Casal por Arroyo Salgado y Pablo Lanusse por Garfunkel–, cuando antes tenían una querella unificada. La aparición de cuentas y propiedades no declaradas preanuncia un conflicto de intereses que tiene que ver con lo hereditario y los derechos de las dos hijas de Arroyo Salgado y Nisman. En esa cuestión hay un punto pendiente: el contenido de las cuatro cajas de seguridad que Garfunkel vació a escondidas y sin ningún control judicial.
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