EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
En diciembre del año pasado GIL me solicitó una entrevista. A la luz de las experiencias pasadas, cuando me negué a comprarle un informe que me ofreció sobre el departamento que un ministro de Menem le habría puesto a una señorita, le respondí que me enviara sus preguntas por correo electrónico. Contestó amenazante, con un ataque de importancia: “Es probable que el libro que estamos haciendo se convierta con el tiempo en la biografía de Horacio Verbitsky. Considerando la difusión que tendrá gracias a mi posición en los medios no es arriesgado pensarlo y me parece que aprovechar esta oportunidad para garantizar que tu versión de muchas de las cosas que van a ser narradas, esté presente y que el lector tenga una visión más justa de la historia reciente que te involucra es importante”. Como le insistí que manejo el 90 por ciento de mis comunicaciones por mail, aceptó enviar su cuestionario, “tratando de reproducir un reportaje tradicional. Esto es pregunta, respuesta, nueva pregunta o repregunta”. Se comprometió a “no cambiar una sola coma”, cosa que como era de prever no cumplió, y luego de un primer intercambio se ofendió y anunció que continuaría sin mi aporte.
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