Jue 20.11.2003

EL PAíS • SUBNOTA  › SUBA ENCUBIERTA DE LA CORRESPONDENCIA SIMPLE

La última travesura del concesionario

› Por Susana Viau

Resultaron, en definitiva, las últimas maniobras de la concesionaria antes de quedar afuera del negocio. La cuestión es que mientras gozaba del beneficio de la suspensión del proceso de quiebra y se intensificaban los rumores de la caída de la concesión, Correo Argentino SA no perdió la oportunidad de darle una nueva alegría a los usuarios: la eliminación de ciertas franjas referidas al peso de los envíos, lo que implica un aumento encubierto. En el caso de la única tarifa regulada por el pliego de condiciones (las cartas simples de hasta 20 gramos) el subterfugio utilizado es el de la diferenciación entre “automatizadas” y “no automatizadas”, una estimación que a ojo hacen los empleados en ventanilla. Las “no automatizadas” –clasificadas manualmente– son un 66 por ciento más caras, lo que parecería razonable si no fuera porque el grupo Macri, hasta ayer concesionario del servicio, reemplazó la máquina que clasificaba la práctica totalidad de la correspondencia por otra que sólo lo hace con el 35 por ciento de los envíos.
La picardía consistió en eliminar de las cartas “expreso plus” o “certificada plus” la escala intermedia, con lo que el grueso de ese tipo de envío sufrirá una suba más que considerable. Antes, el fraccionamiento preveía cartas simples de hasta 20 gramos (un gramaje que consume sólo el sobre); de 20 a 100; de 100 a 250 y de 250 a 500 gramos. Desde el 10 de noviembre, por disposición de Correo Argentino ya no existe la franja (más común) de 100 a 250 gramos. Ahora, la de hasta 100 gramos mantendrá su precio pero por la de 100 hasta 500 habrá que desembolsar 14,60 pesos. Se dirá que, en cambio se ha abaratado el precio de la antigua franja que iba de 250 a 500 y valía 16 pesos y será cierto. El truco consistió en rebajar los pesos infrecuentes y levantar los de utilización mayoritaria. Vale la pena señalar que el “plus” es un hallazgo del concesionario, desconocido en el resto de los correos del mundo. El cuadro tarifario también tiró hacia arriba en el caso de los “impresos”: los de 1000 gramos costaban 5,50 pesos, desde este mes para 1000 gramos de impresos habrá que desprenderse de casi el doble, descompuesto del siguiente modo: hasta 100 gramos 1 peso y luego pesito tras pesito por cada 100 gramos de más.
El único servicio postal que quedaba fuera de cualquier posible aumento era la carta simple de hasta 20 gramos y su precio estaba fijado por los pliegos de licitación en inamovibles 0,75 pesos. Un desaguisado de los concesionarios posibilitó eludir la restricción: la máquina de clasificación automática de última generación donada por el gobierno italiano fue declarada inútil por el grupo Macri. La máquina Elsag (producida por esa fábrica estatal italiana), apta para clasificar correspondencia “fuera de formato”, cubría el 98 por ciento de las necesidades. La simplificación de la tarea hubiera sido una bendición para cualquier operador postal. No así para los concesionarios de Correo Argentino SA que, en el 2000, resolvieron desguazar la máquina, reemplazarla y trasladar esa parte del trabajo a un predio de Monte Grande. La sustituyeron por tres máquinas Siemens aptas sí para la clasificación de sobres de formato normatizado, pero normatizado de acuerdo a las pautas vigentes en el país de origen. A partir de entonces sólo puede ser sometido a clasificación mecánica el 35 por ciento de los envíos. El resto ha vuelto a procesarse manualmente.
Como no hay mal que por bien no venga, los concesionarios allanaron el problema estableciendo precios diferenciados para las cartas “automatizadas” (las menos) y las “no automatizadas” (las más). El retroceso tecnológico del Correo Argentino iba a resultar inversamente proporcional a las ganancias de sus concesionarios, quienes con el retorno a la “manualidad” habían logrado elevar el precio del 65 por ciento del servicio postal y las cartas simples de 20 gramos pero “fuera de norma” (de la norma alemana) pasaron a costar 1,25 pesos. Determinar si el sobre es “maquinable” o “no maquinable” no requiere una verificación especial:lo hace a ojo el empleado de la ventanilla. La CNC prohibió efectuar esa distinción pero, igual, sigue figurando en el régimen tarifario.

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