Por A. G. -Y.

No es clara su agenda personal, quizá porque resulta difícil aceptar lo aparentemente claro. Niega ambiciones políticas. Es un general retirado que aparenta menos de sus 69 años, gracias a un excelente físico. En vísperas de esta entrevista había participado en un maratón de natación para veteranos del Ejército en Azul.
El teniente general Martín Antonio Balza tiene varios puntos en su favor. Ha alcanzado una carrera notable con ocho años como jefe de Estado Mayor, no le teme a la controversia, tiene dos libros, el más reciente sobre su visión de Malvinas, donde fue combatiente en 1982. Lo salpica aún el escándalo de la venta de armas, si bien quedó sobreseído y libre de culpa y cargo alguno. Con algunos de sus pares en la fuerza tiene diferencias profundas. El general Díaz Bessone logró que un reducido número de socios lo expulsara del Círculo Militar. Su sucesor en la jefatura del Ejército, el teniente general Ricardo Brinzoni, le pidió la renuncia, por indicación del entonces ministro de Defensa Horacio Jaunarena, al consejo asesor de generales (entidad que incluye a todos los jefes de Ejército desde comienzos la democracia, posición que Balza dice, “me daba mil pesos más por mes, venían bien para elevar la jubilación”). El actual jefe, general Roberto Fernando Bendini, no lo ha reincorporado.
Ahora ha sido nombrado por el presidente Kirch-ner embajador argentino en Colombia. Para Balza, entusiasta del jazz que aún recuerda haber escuchado a Louis Armstrong en el Opera, como para muchos argentinos este diciembre de 2003, comienza una nueva etapa. En este caso, el general se convierte en diplomático. Por el respeto que inspira, así como los interrogantes que provoca, era necesario este diálogo antes de su partida como diplomático.