EL PAíS
• SUBNOTA › MARIA MILLAN, 41 AÑOS Y 14 HIJOS
“Peor es no darles comida”
Jimena es hermosa. Piel color tierra, ojos achinados, mirada penetrante y sonrisa seductora. Jimena tiene 2 años y le da vueltas y más vueltas a María Millán, su mamá, de 41. También se le cuelga del cuello y se le sube encima. Jimena es uno de los catorce hijos, de 25 a 2 años, de esta mujer de 41 años que recuerda que no hay nada más fecundo que el lecho del pobre. María se ríe cuando se habla del deber y el derecho de que los chicos estudien. Es que sus nueve hijos en edad escolar aún no comenzaron las clases y la letra de la Constitución Nacional o la Convención de los Derechos del Niño son más irreales que los dibujos animados de los superhéroes. “La culpa la tienen los políticos, que dicen que se reactivó esto, que se reactivó aquello y acá lo único que crece es la pobreza”, dice con bronca y afirma que “ahora estamos peor que hace dos años porque la carne, el azúcar, todo está más caro”.
“Es muy duro no poder mandar a tus hijos a la escuela, aunque peor es no poder darles de comer. Sobre las dos cosas hablamos mucho, cuando vamos al comedor comunitario les digo que eso no es lo normal, que todas estas carencias son porque nos están robando”, explica con paciencia de maestra esta madre que por esos derechos vulnerados salió de la cocina para cortar una ruta junto a la Corriente Clasista y Combativa. También afirma que sus hijos quieren ir a la escuela, cuenta que “todos los días me preguntan ‘¿hoy vamos a ir?’ Están desesperados porque ven que todos los chicos ya empezaron”. Cuando se le pregunta a su hijo Gabriel, de 8 años, entre timidez y sonrisas se anima a un bajito, pero sincero “quiero ir porque ahí están mis amigos”.
El caso de los hijos de María no es la excepción: asegura que en el barrio son muchos los privados de la educación. Confirmando el hecho, todos recuerdan que en la EGB 64 del barrio colgaba un cartel: “Si no tenés zapatillas vení en ojotas. Si no tenés útiles vení que los conseguimos”. Pero las madres saben que los chicos copian a los adultos y pueden ser hirientes. “Les da vergüenza ir con zapatillas viejas o guardapolvos remendados porque los compañeros los cargan”, explica María y se desvía del tema para admitir que entiende la bronca de los antipiqueteros, pero ofrece un desafío: “Que vengan a vivir una semana, una sola semana, como vivimos nosotros. Después volvemos a hablar”. Los Millán viven en Solano, donde las calles de tierra son la mayoría y unas pocas de asfalto son las únicas transitables. Las casillas de madera y chapa se hacen lugar entre otras pocas de cemento, sin terminar. Todas dan refugio a miles de NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas), como se llama eufemísticamente a los pobres. Acá muchas familias cocinan a leña, aunque el gas natural pasa a metros de sus casas. La otra posibilidad son las garrafas, pero a 24 pesos la de diez kilos se transformó en un buen recuerdo, como la carne, la leche o las frutas. La base de la alimentación es guiso, soja, torta parrillera y mate cocido.
Mientras María pide “no detenerse sólo en que los chicos no pueden ir a la escuela, hay que apuntar a las causas”, Jimena, la hermosa de 2 años sigue tironeando a su mamá y se le vuelve a colgar del cuello.
Informe: Darío Aranda.
Nota madre
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