EL PAíS
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¿Y ahora, Doña Rosa?
› Por Eduardo Aliverti
Todos con Blumberg, cómo no. Cómo no. Todos con Blumberg contra los que se suben a su tragedia para que la bronca y el odio redunden en una mentalidad fascista.
Todos con Blumberg contra los que exigen mano dura a mano de la delincuencia uniformada que propició el asesinato de su hijo.
Todos con Blumberg contra los que con sus arrebatos facilistas estimulan las mafias policiales, los grupos parapoliciales, las bandas de policías y militares retirados, el gatillo fácil de la policía, las ejecuciones de los policías.
Todos con Blumberg contra Radio 10, contra Canal 9 y contra todos los nazis de medio pelo que le llaman “justicia” a ajusticiar a mansalva.
Todos con Blumberg contra los que diferencian a los muertos y sólo salen a la calle cuando hay un asesinado emblemático de la ciudadanía “bien pensante” y se quedan en sus casas cuando la policía ahoga en el Riachuelo a un adolescente desamparado de los suburbios.
Todos con Blumberg contra la masacre policial de Ingeniero Budge, de Santillán y Kosteki, de Bulacio, de Bordón, de Núñez, de Bru y de todas las masacres policiales y de fuerzas de seguridad que tal vez podrían haberse evitado si hubiera habido antes una reacción como la del jueves.
Todos con Blumberg contra el aparato peronista bonaerense y contra las intendencias del conurbano que trazan zonas liberadas para operativos y secuestros, y transan con la policía y transan con los delincuentes, valga la redundancia, para garantizarse su volumen de negocios y el apriete a los núcleos opositores.
Todos con Blumberg contra todos los que siguen votando a esos tipos.
Todos con Blumberg contra Ruckauf, y antes contra Duhalde, y después contra Solá, y así sucesivamente, por haber azuzado la apelación a la mano dura. Demagogos baratos que les rehabilitaron el carnet oficial a las mafias de la policía.
Todos con Blumberg contra el gobierno nacional, si su proclamada vocación de justicia y transparencia llega a tener el límite de los acuerdos políticos con los caudillos distritales.
Todos con Blumberg contra la segura incomprensión de que esto va para muy largo, porque ni siquiera en medio de una revolución social podría acabarse rápido con una asociación criminal del tamaño de la Bonaerense.
Todos con Blumberg contra los que no entienden que el primerísimo de los problemas a resolver, y quien escribe está muy lejos de tener la respuesta, no es llenar las cárceles de delincuentes porque las cárceles revientan de gente y hace tiempo.
Todos con Blumberg para entender que lo más espeluznante del jeroglífico es dónde irían a parar miles y miles de mafiosos azulados, con poder de fuego y autonomía, si es que la mejor suposición de acabar con ellos es cierta y una vez que desaten una reacción en cadena. Ahí están, ésos son. Son las bestias que alimentó el conjunto de esta sociedad, durante años y años, con su indiferencia, con sus impulsos de mesa de café, con sus reclamos de pena de muerte hasta haberla logrado de hecho, con su asqueante displicencia frente a las más de 1500 denuncias de gatillo fácil porque sólo les tocaba a los morochos, con sus apoyos electorales a los verdugos, con su militancia a favor del malo conocido contra el bueno por conocer. Ninguna de estas líneas conlleva la propuesta para la solución de nada, pero sí el convencimiento de que no hay solución posible si no se acierta en el diagnóstico. No es ni por asomo la condición suficiente, pero es a los gritos la condición necesaria.
Así que, todos con Blumberg contra todos los que siguen sin aprender que ésta no es la ley de la selva, porque en la selva hay una lógica de preservación, y aquí se trata de que el pigmeo fascista encarnado en la Doña Rosa de Neustadt avaló el desarrollo de los monstruos de uniforme, enla patética presunción de que la protegerían del peligro que le inventaron, y ahora cae en la cuenta de que vienen por ella. Arrasan con todo. Ya no son los subversivos y ni siquiera sólo los negritos. Vienen por usted, Doña Rosa. Cuídese porque le puede tocar. ¿Se ha preguntado dónde está su hijo ahora, Doña Rosa? Páseles la factura a Hadad, a Grondona, a Feinmann el comisario, a González Oro, a Sofovich. Y lo del enano fascista quizás convérselo puntualmente con el Baby Echecopar.
Porque ahora las desapariciones y las torturas y los secuestros le pasan a gente como uno, Doña Rosa.
Nota madre
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