–Lo han criticado duro por su relación con la prensa. ¿Tanto lo desvela lo que publican los medios?
–Parece que yo dedico mucho tiempo a los periodistas. La realidad es que los periodistas vienen a buscar información. Y no soy la única fuente. Hoy otros ministros, dirigentes de la oposición... Pero una nota que recientemente publicó Noticias da a entender que los que vienen a verme terminan siendo digitados. Y eso es un gran agravio porque hay gente merecedora de total reconocimiento. Verbitsky, Van Der Kooy, Solá, Wainfeld no se caracterizan por su complacencia. Esa es una nota ligera, que me asigna un rol que no ejerzo, que es el de supervisar la ideología K y disciplinar a la prensa.
–¿No hay una obsesión de este gobierno con la prensa?
–No es un problema de obsesión. Creo que nosotros estamos librando una pelea muy difícil, que es cambiar la vieja Argentina. Muchos políticos, empresarios y medios resisten esta nueva versión de la Argentina. Me parece que la obsesión es dar la pelea para que se instale el mensaje que queremos dar.
–Kirchner llamaba a los periodistas en la campaña. ¿No puede ser interpretado como una presión?
–Me parece legítimo que llame. Cuando usted escribe un artículo está intentando prevalecer una opinión. Pero a veces hay problemas de percepción de la realidad. Uno no reclama que escriba otra cosa, sino que da la información que parece carecer el que escribe y opina. Fernández Díaz escribió un artículo en La Nación que no compartimos, pero que estaba inteligentemente escrito. Y lo llamé para felicitarlo, pese a mi desacuerdo. Pero también cuando hay notas que me parecen que están mal llamo y discuto.
–No es lo mismo un llamado de un colega, que uno suyo o de Kirchner.
–Hay mucha gente que conocemos de antes de ser gobierno y tenemos una relación cordial y respetuosa. Y por eso nos permitimos hablar. Uno nunca llama y le mete los galones. Yo llamo directo del celular y digo lo que me parece. Después el periodista escribe lo que se le da la gana.