EL PAíS
• SUBNOTA › EL OFICIALISMO HIZO LUGAR AL RECLAMO RADICAL
Alfonsín, el desagraviado
Por E. T.
Todo estaba pendiente de un hilo. La sesión en la que se iba a aprobar el pliego de Carmen Argibay y la ley de Responsabilidad Fiscal estaba atada, como nunca, al humor radical. Concretamente al desagravio de Raúl Alfonsín a raíz de las declaraciones del subsecretario de la Presidencia Carlos Kunkel. “El Gobierno no comparte lo declarado por el funcionario”, comenzó diciendo el rionegrino Miguel Angel Pichetto, jefe de la bancada oficialista. Citó dichos públicos del jefe de Gabinete, Alberto Fernández; del ministro del Interior, Aníbal Fernández, y hasta de una comunicación telefónica que mantuvo con el presidente Néstor Kirchner en la que éste le dijo que “tiene un profundo respeto por la trayectoria del doctor Alfonsín”.
Se trataba del segundo desagravio en una semana. Demasiado para el Gobierno. La sesión era fundamental y el oficialismo estaba dispuesto a hacer gestos. Pero lo que no estaba dispuesto a tolerar era la aprobación de un proyecto legislativo similar al que se aprobó en solidaridad con Eduardo Duhalde cuando Kirchner estaba en China.
Antes de la sesión, el jefe de Gabinete se comunicó telefónicamente con el misionero Mario Losada, titular de la bancada radical. Palabras más, palabras menos, le dijo lo mismo que Pichetto dijo en el recinto. Los radicales, de espíritu sensible por estos días, no se dieron por satisfechos.
“Queríamos un respaldo más institucional del Senado. Pero bueno, creo que el doctor Alfonsín hubiera privilegiado que el Congreso funcionara y no que por una adhesión a su persona se cayera la sesión”, respondió Losada. Cuando todo parecía que terminaría allí, se sucedió una saga de solidaridades imprevistas. El riojano Eduardo Menem, el bonaerense Antonio Cafiero y el salteño Ricardo Gómez Diez se identificaron con Alfonsín y no desaprovecharon la ocasión de criticar por elevación al Gobierno.
Fue media hora pero pareció interminable. En un punto el desagravio se terminó convirtiendo casi en un nuevo agravio. Pero para el oficialismo había muchas cosas en juego como para entrar en polémica. Aunque algunos legisladores se mordían los labios por no responder. El debate político se empobreció pero el honor de algunos quedó a salvo.
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