EL PAíS
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Para los asuntos complejos
› Por Martín Piqué
Su nombre aparece cada vez que un tema se pone complejo para el Gobierno. Marcelo Saín, a esta altura, no es sólo un especialista en seguridad y asuntos militares. Es un comodín que combina saber técnico –es doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Campinas, Brasil– con un seguimiento del delito en el terreno, incluso en las vinculaciones más oscuras con la política. Su presencia en los asuntos delicados se desprende de otro dato: desde fines del año pasado venía supervisando la creación de un nuevo cuerpo de seguridad presidencial inspirado en el Servicio Secreto estadounidense. “Son los mejores”, solía repetir Saín, en esos días, sobre los famosos hombres de negro. Ahora deberá cambiar el mundo de los guardaespaldas por los aeropuertos y las valijas.
Saín es un hombre de consulta permanente de Néstor Kirchner. El Presidente lo considera un especialista de confianza en seguridad, un tema que lo obsesiona y que (sabe) suele ser usado con fines desestabilizadores. Desde su desembarco en la Rosada, en noviembre pasado, Saín revestía bajo la órbita del jefe de Gabinete, Alberto Fernández. También tiene excelente relación con Cristina Kirchner y con el ex vicepresidente Chacho Alvarez. De hecho, Saín viajó el año pasado a Nueva York gracias a los contactos de la senadora: allí explicó su propuesta sobre la “estructura preventiva del delito” ante la Fundación Ford, Human Rights Watch, el Manhattan Institute y la Universidad de Nueva York.
Si de seguridad se trata, los antecedentes de Saín debían incluir un paso por la provincia de Buenos Aires. Es más, su trayectoria pública comenzó como subsecretario de Planificación de Seguridad bonaerense, un virtual vice del entonces ministro de Seguridad Juan Pablo Cafiero. Desde ese cargo se ganó los odios de buena parte del PJ bonaerense. Luego del terrible asesinato de Diego Peralta en El Jagüel, Saín denunció un complot contra Cafiero y habló, por primera vez, de que la política se financiaba con las zonas liberadas al delito que dejaba la Bonaerense. Por aquellos tiempos, Eduardo Duhalde lo apodó “Caín”.
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