Jue 26.05.2005

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Hombres de empresa

› Por Luis Bruschtein

En los dos, el perfil de hombres de empresa es más fuerte que el del político. De alguna manera, esta alianza entre Ricardo López Murphy y Mauricio Macri, que aspira a ocupar el espacio conservador a nivel nacional, aparece emblematizada por este rasgo. El hombre de empresa como conservador y serio, en oposición a la imagen más desprestigiada del político y su proverbial tendencia a la demagogia.
Este juego de imágenes surgió con mucha fuerza en los años ’90. El técnico de la economía y el empresario representaron en el imaginario del poder de esa época el paradigma de la virtud en la política. Pero fue un período en que el ejercicio del gobierno bajo ese paradigma resultó en la profundización de la desigualdad. Es la imagen subyacente que proyecta esta nueva alianza hacia la sociedad, aunque no sea esa su intención a conciencia. Le falta el condimento que tuvo en los ’90 con la fuerte presencia de un político astuto y lleno de recursos como fue Carlos Menem. Es decir, ese símbolo tan fuerte que se generó en los ’90 tampoco fue fiel expresión de sí misma, porque el principal actor de ese momento fue la política en su peor aspecto, más que los técnicos y los empresarios.
El espacio conservador podría ser expresado por un dirigente gremial, por un profesional de clase media o por un político histórico, pero el perfil de López Murphy y Macri, que los identifica tan cerca del ámbito empresario, proyecta también la idea de que se profundiza la ruptura de esa alianza entre los sectores más altos y los más humildes que hegemonizó la política de los ’90.
Es muy probable que López Murphy gane un curul de senador desde la provincia de Buenos Aires y es seguro que Macri llegará al Congreso como diputado desde la Capital Federal, los dos distritos más importantes. De esa manera se consolidarán como la opción más fuerte del centroderecha. Los demás candidatos que circulan por ese espacio, desde Carlos Menem hasta Jorge Sobisch o Luis Patti, quedarán como fuerzas residuales y no tendrán más remedio que subordinarse.
En la tradición política argentina, un centroderecha tan marcado puede funcionar como fuerza de oposición, pero difícilmente gane una elección presidencial. Esa polarización de alguna manera también favorece al Gobierno, porque prácticamente le otorga el espacio del centroizquierda sin que deba esforzarse demasiado por ocuparlo.
La nueva alianza conservadora tampoco es atractiva para los peronistas que pierdan en sus distritos, incluyendo a los menemistas. No tiene mucho para ofrecerles. Con lo que gran parte de la puja se seguirá dando, como otras veces, en el seno del justicialismo.

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