EL PAíS
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La carta de Chabán
“La tragedia de Cromañón: a los padres, familiares, allegados y a toda la sociedad en su conjunto, la impotencia de aquella noche me dejó sin habla. Estoy atormentado por el dolor que esta tragedia ocasionó y me disculpo por no haberles hecho llegar mis condolencias antes, pero mi desesperación pudo más que mi raciocinio.
”Cayó encima de mí el peso del horror. Estuve aislado, encerrado en el sufrimiento y sin saber qué hacer. Por mucho tiempo, no tuve contacto con nadie que me ayudara, me encontré en el silencio absoluto y sólo escuché el oprobio social y el ensañamiento de los medios de comunicación. ¿Qué puedo decir de un dolor que está más allá de toda comprensión humana, fuera de todo lo concebible, qué explicación puede haber frente a algo que no tiene razón de ser y donde uno se pierde en la desesperación una y otra vez, sin encontrar salida?
”La vida humana es sagrada y todo hecho que impida su realización nos quita el amor y la voluntad de celebrar la belleza del día a día. ¿Cómo suplir un hijo, hija, madre, padre o hermanos, un amigo? Otra vez el dolor nos llama a esta infinita pérdida que ningún otro ser puede llenar. A muchos de aquellos chicos los conocía, los saludaba, entre ellos mis sobrinos, sus novias y amigos, me preguntaban cosas, tenía esa clase de confianza que sólo el tiempo puede dar, el respeto y la amabilidad con todo tipo de público, sin hacer diferencias de edades ni de condición social.
”Siempre defendí a los jóvenes. Trabajé todos estos años enfrentando adversidades para que puedan insertarse a través del arte en el rompecabezas de una sociedad democrática. Y al final todo termina así. Lo lamento eternamente. La impotencia de no poder hacer nada frente a la muerte, de no poder traerlos otra vez o darles nueva vida, algo que alivie tanto dolor.
”Sé que nada de lo que yo diga podrá calmarlos porque la pérdida de un ser querido supera todo. Sólo quisiera que comprendan que en contra de todo lo que se ha dicho de mí, estoy destrozado junto con ustedes. Pero quiero decirles, y ruego que me escuchen, que tenemos un enemigo en común: el cianuro. Los paneles acústicos del techo eran ignífugos. Para ser ignífugos les ponen cianuro, que es el que consume el oxígeno y no permite el fuego. Al entrar en combustión por las candelas que tiraron expidió ese gas letal que mató a los chicos. Por favor, investiguen ustedes también ese material porque sigue usándose en muchos lugares.
”He perdido el deseo de vivir y busco la reconciliación con aquellos que ya no están. Sólo mi madre y la verdad me dieron el impulso para seguir viviendo frente al dolor de esas madres que dieron a luz a quienes hubieran tenido un destino junto a nosotros. En el silencio de sus ausencias trato de encontrar la verdad que reivindique sus voces para que nos alumbren en esta noche oscura del alma.”
Nota madre
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