EL PAíS
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La guerra de los Roses
› Por Marcelo Zlotogwiazda
Lo más importante que sucedió ayer en el tema Banco Hipotecario no fue el resultado circunstancial de la asamblea de accionistas, que arrojó un ajustadísimo triunfo para los socios privados, que así confirmaron el cobro de retribuciones extraordinarias que les valió un sumario abierto por la Comisión Nacional de Valores (ver nota central). Más relevante que eso es la elemental y evidente conclusión que se puede extraer a partir de la despiadada disputa entre los socios: la relación entre el grupo IRSA y el Gobierno como representante del accionista estatal no da para más. No existe lo que en derecho comercial se conoce como affectio societatis, un latinismo que significa buena relación entre los socios. Todo lo contrario: se llevaban como perro rabioso y gato en celo, y lo de ayer no hizo más que acentuar las diferencias.
Pese a la derrota (hablar de derrota y triunfo entre socios denota de por sí que hay pelea, y no es para nada suave ni diplomática), desde Economía se muestran satisfechos señalando, por ejemplo, “que todas las AFJP les votaron en contra, lo que demuestra que ni siquiera tienen plafond en el sector financiero”. Y más envalentonados que nunca, califican de la peor manera imaginable la actitud de su socio: “Los muchachos de (Eduardo) Elsztain siguen mostrando insensatez; en lugar de postergar la asamblea hasta que finalice el sumario de la CNV, la apuraron para ratificar una conducta reprochable”. Y agregan: “Ayer quedó en claro que no quieren una buena relación con el socio estatal, porque si así fuera hubieran decidido devolver los 10 millones de dólares en pos de un buena convivencia y en lugar de eso hicieron lo posible por quedarse con la guita”.
Desde el grupo IRSA el tono es igual de beligerante. “El punto discutido en la Asamblea sobre el cobro de los directores es como la discusión sobre dónde va colocada la lámpara en la casa de la película La guerra de los Roses; aquí hay un divorcio por razones mucho más profundas que ésa, y es que el actual gobierno no está de acuerdo con el marco legal con el que se privatizó el banco en 1997”, dijo un vocero calificado que participó de la Asamblea.
El grupo IRSA enarbola los resultados positivos de los últimos dos balances y el éxito de la renegociación de la deuda, entre otros indicadores positivos. El Gobierno opina que, más allá de esos números, la gestión no es para nada satisfactoria en la promoción del crédito hipotecario, y se queja a viva voz de que pretenden ningunearlo “igual que se hacía en la época de Menem, Cavallo y Roque Fernández”. Ponen como ejemplo que se hayan enterado de la pretensión de comprar la Banca Nazionale del Lavoro por los diarios. “Quieren hacer y deshacer a piacere y que nosotros nos limitemos a avalar la gestión”.
Está claro que la relación no da para más. Elsztain hizo un intento días atrás de averiguar qué es lo que quiere el Gobierno. Lo fue a ver al ministro Roberto Lavagna y le planteó: “Si querés quedarte con el banco, discutamos el precio y te lo vendo, y si querés desprenderte de las acciones, discutamos el precio y te las compro”. Lavagna lo miró con su habitual cara de póquer.
En el fondo, la causa de la guerra del Hipotecario se remonta al modelo de privatización que se aplicó en 1997, donde el Estado conservaba la mayoría accionario pero donde las decisiones y la gestión eran atribución exclusiva de un socio que detenta alrededor del 20 por ciento de las acciones. Ese esquema fue factible y funcional mientras los gobiernos anteriores actuaban pasivamente, podría decirse como socio mayoritario pero bobo. Dejó de serlo tan pronto este gobierno quiso inmiscuirse algo más en las decisiones, pero se topó con la herencia recibida en forma de leyes y estatutos. Más allá de las definiciones reglamentarias de la CNV y eventualmente judiciales sobre las imputaciones de irregularidades contra los socios privados, ya se entró en cuenta regresiva para alguna modificación bien de fondo. En el Gobierno se evalúa un menú nutrido, que va desde la modificación de la ley para reestatizarlo por completo, pasando por una maniobra de venta de acciones del Estado a algún empresario financiero afín que quiebre el control de IRSA sobre las acciones del bloque privado, o alguna otra estrategia por el estilo.
Este modelo de empresa mixta ya fracasó y el revés seguramente tiene su origen –una vez más– en fallas de las privatizaciones menemistas. Cuesta creer que una relación tan enferma pueda sanarse. Habrá que ver si el Gobierno acierta a reemplazar lo que no va más por algo que camine.
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