Jue 08.09.2005

EL PAíS • SUBNOTA  › LA PALABRA DE LOS QUE SALIERON EN LIBERTAD

“Quiero ayudar a los demás”

› Por Miguel Jorquera

“Estoy en el aire. Hace tres días que no duermo esperando este momento.” A Eduardo Ruiz se le acaban las palabras para expresar la alegría de haber recuperado la libertad tras casi 14 meses de encarcelamiento por haber protestado frente a la Legislatura porteña contra las modificaciones en el Código de Convivencia. Anoche festejaba su libertad junto a la mayoría de los 15 “presos de la Legislatura” en la sede de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, pero no veía la hora de llegar a su casa para estar junto a su hijo de 18 días, que conoció apenas por unos minutos cuando salió de la Cárcel de Devoto. “Antes la lucha popular no me llegaba, estaba en la mía y nada más. Pero ahora quiero ayudar a los que lo necesitan, como muchos hicieron por nosotros”, le dijo a Página/12. Ruiz tiene 31 años y llevaba diez vendiendo garrapiñadas en el microcentro, tramitó el permiso legal y –señaló– “fui a reclamar por mis derechos cuando caí preso”. La autorización del Gobierno de la Ciudad le llegó cuando estaba en la celda.
A Marcela Sanagua, en cambio, le “falta el aire” y quiere volver a rearmar su familia. “Cuando me llevaron presa, mi hijo menor apenas tenía dos años y siete meses y mi hijo Facundo, de diez, sufre ataques de nervios porque no tenía a su mamá”, relata ante este diario. Marcela tiene 28 años y cuatro años atrás tuvo que salir a “trabajar la calle” porque al morir su madre quedó al frente de la casa y sola a cargo de sus hijos y sus dos hermanos menores de edad. Como miembro de la Asociación Meretrices Argentinas (AMAR), fue a reclamar ante la Legislatura contra el Código de Convivencia. “Quiero mi libertad, mi familia y mi trabajo, porque lo que nosotros fuimos a reclamar fue mantener nuestros trabajos”, afirma, para insistir que les “armaron la causa con testimonios falsos” y que ahora “lucharemos por justicia”.
Jorge Nieva tiene 41 años, es transformista y estuvo preso “por marchar disfrazado de cura inquisidor”. “Pero yo no hice ningún desmán”, insiste ante Página/12. “Nos armaron una causa en base a perjurios de policías y nos metieron presos 14 meses”, remarcó. Durante ese tiempo estuvo alojado en un pabellón “gay” y enseñó a leer y escribir inglés a los reclusos, además de preparar materias para su inconclusa carrera de psicología. “Estoy emocionalmente golpeado pero finalmente vamos a demostrar que somos inocentes de los delitos que nos acusan”, prometió.

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