Jue 12.01.2006

EL PAíS • SUBNOTA

“Era muy pulcro, rubiecito, pero salía transformado de la tortura”

“Cavallo no era ningún oficialito. Formaba parte del grupo de tareas, secuestraba, interrogaba, torturaba”, subraya Osvaldo Barros, uno de los sobrevivientes de la ESMA. Todos los testimonios coinciden en el protagonismo que tuvo en la represión.

“Si uno suma la cantidad de delitos que cometió, 17 mil años es lo que corresponde”, asegura Carlos “El Sueco” Lordkipanidse, uno de los ex detenidos desaparecidos que vio a Ricardo Miguel Cavallo como represor en la ESMA. Cavallo fue secuestrador, torturador y responsable de la “Pecera”, una oficina con escritorios separados por paneles de plástico, donde un grupo de detenidos era obligado a hacer trabajo esclavo. “Los 17 mil años son en función de toda la trayectoria de Cavallo en la ESMA entre 1976 y 1981, lo que pasa es que en España las condenas se acumulan. Es absolutamente justo. En la práctica no son más de 30 años”, afirma Osvaldo Barros, otro de los sobrevivientes de la ESMA.

El 26 de febrero de 1977, un grupo de tareas irrumpió en la casa de Carlos Schiappolini para secuestrarlo. Lo comandaba Cavallo, que fue el primero en entrar. Sujetó a la esposa de Schiappolini, Cristina Muro, y la interrogó. “Allí fui brutalmente golpeada cinco días después de mi parto. A mi hijo lo tenían desnudo, cabeza abajo, con una pistola en la boca para que no grite”, cuenta Muro, que vio cómo se llevaban a su marido. Años más tarde, consiguió averiguar por relatos de sobrevivientes que murió por las torturas en la ESMA. “Le pregunté a Cavallo: ‘¿Qué le pasó a mi marido?’. El me dijo: ‘Lo tenemos detenido’. Me debe todavía esa explicación sobre lo que hicieron con su cuerpo. Se lo voy a preguntar en el juicio”, dice. Enrique Fukman estuvo detenido en la ESMA desde noviembre de 1978 a febrero de 1980. Su primer encuentro con Cavallo fue en “Capucha”, donde tenían a los detenidos con grilletes y capuchas sentados en el piso durante todo el día. El llevaba seis meses y medio en esa condición. “Me bajan al Casino de Oficiales y me lo presentan a Cavallo. Mira mi carpeta y dice: ‘No puede ser. Toda la gente que decís conocer fue secuestrada anteriormente o está en el exterior’. Su obsesión era secuestrar compañeros.” A Fukman lo llevó a su casa a ver a su familia. Se presentó como un marino y les espetó a sus padres: “Ustedes son los culpables, porque hacen cualquier cosa con sus hijos”. “Hicimos lo que teníamos que hacer”, lo paró en seco la madre de Fukman. Luego volvieron a la ESMA.

Lordkipanidse estuvo secuestrado entre noviembre de 1978 y principios de 1981. Barros, entre agosto de 1979 y febrero de 1980. Los dos coinciden en su descripción de Cavallo: frío, silente, distante, insensible. “Era muy pulcro, rubiecito, pero salía transformado de la tortura”, recuerda Fukman. En la ESMA, era muy conocido: “Cavallo no era ningún oficialito. Formaba parte del grupo de tareas, secuestraba, interrogaba, torturaba”, relata Barros, que lo conoció como responsable de la “Pecera”, donde hacía tareas de inteligencia. “Recuerdo en particular que fue el torturador de Thelma Jara de Cabezas, una Madre de Plaza de Mayo. La llevó a un bar y la obligó a darle un reportaje a la revista Para Ti, donde desmintió que estaba secuestrada”, narra Lordkipanidse. “Yo hacía trabajo esclavo en el sótano, que él supervisaba. Tenía mucho interés en los pasaportes falsos. Después, en México se dedicó al tema de la documentación”, asocia.

En 2000 el corresponsal del diario mexicano La Reforma, Pepe Vales, se acercó a la Asociación de Ex Detenidos y les mostró una foto actual de Cavallo, que estaba intentando escapar a la Argentina. “Allí no tuve ninguna duda de que se trataba de él. Eso precipitó la detención de Cavallo en la parada técnica de Cancún”, dice Lordkipanidse. Incluso la compararon con una credencial que logró sacar de la ESMA el fotógrafo Víctor Basterra, también ex detenido, y coincidía el número de documento con su cédula actual. “¿Viste esa canción que dice ‘Como a los nazis les va a pasar...’? Este es el caso. Por más grande que les parezca el mundo a los represores, se les está achicando”, concluye Lordkipanidse.

Informe: Werner Pertot.

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