Jue 12.01.2006

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Un castigo bíblico

› Por Luis Bruschtein

Los 17 mil años de prisión que pidió la fiscal española para Ricardo Cavallo impactan en Argentina como el rayo de un castigo bíblico. Tienen una carga mítica, atemporal, o legendaria además de la judicial. Aunque las mismas leyes españolas especifican que nunca cumplirá más de 30 de esos 17 mil años, la desmesura del delito que castigan está más en consonancia con esa inconmensurable prisión milenaria que con la más terrena y humana de los 30 años.

Nadie podría vivir tanto tiempo para cumplir esa pena, pero los 17 mil años contienen más la dimensión del dolor y el espanto infligido, que los treinta años terrenos y racionales. Está bien que pidan y condenen a 17 mil años y está bien que cumpla 30. Como si la Justicia asumiera otra dimensión, aventurándose en el universo volcánico y desconcertante de los sentimientos sin perder su otra condición de balanza ciega, fría y cerebral.

Seguramente los penalistas y constitucionalistas españoles tienen una explicación fría y cerebral para esa pila de años. Ellos dicen que se suman las penas de cada uno de los delitos, tomados por separado y agravados por las condiciones en que fueron cometidos. Pero una explicación para 17 mil años es absurda. Es absurda la explicación, pero no la condena. Porque la única explicación aproximada es que esa sería la condena que pediría la madre para el asesino de su hijo, lo que no es materia de racionalidad ni de métrica decimal.

Por lo que sea, los dos brazos de la imagen judicial que llega de España –el pedido de la fiscal y su consecuencia legal más acotada– transmiten una sensación de justicia que envuelve las emociones y al mismo tiempo las supera. Como si entendiera el dolor y supiera que no hay condena mensurable que pueda repararlo y que al mismo tiempo ése no es el sentido de la pena que cumplirá efectivamente el asesino.

Lo milenario tiene una carga simbólica imposible de medir o pesar. Es un relato que trasciende el tiempo de sus protagonistas. Ni treinta, ni cincuenta años ni toda una vida –diría Dante Alighieri– “pagan” el genocidio, los secuestros, los asesinatos y las torturas. Pero 17 mil años, el misterio de una eternidad recordando cada día, cada minuto y cada segundo, simbolizan más la dimensión insondable donde la humanidad trata de redimirse de esos pecados.

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