Dom 30.04.2006

EL PAíS • SUBNOTA

El impacto en la agenda política

Desde hace veinte años el EAAF lleva adelante su labor en más de treinta países del mundo que trabajan desde perspectivas distintas la restitución de justicia por los casos de violación a los derechos humanos. En algunos casos formaron comisiones de la Verdad como la que funcionó en la Argentina. En otros lugares, la Justicia creó tribunales específicos pero muchas veces los temas quedan en manos de la abarrotada Justicia ordinaria, como sucede actualmente en la Argentina. La opción de uno u otro sistema no parece arbitraria: a criterio de los antropólogos, también esto responde a una decisión de Estado.

En 1993 se creó la Corte Internacional para la ex Yugoslavia, integrada por decenas de personas dedicadas a analizar los crímenes cometidos. La determinación de crear un organismo de ese género requirió de una decisión política: “Tener un organismo especial significa .-dice Fondebrider– tener todo el tiempo el tema en el candelero y así empiezan las cuestiones de agenda. Eso implica decidir sobre qué y hasta dónde se quiere investigar: si sólo se trata de localizar los cuerpos o de establecer responsabilidades”.

Las investigaciones tuvieron efectos distintos en los países donde se establecieron los antropólogos. En Ruanda, por ejemplo, se decidió encarcelar a cientos de miles de personas y la decisión generó un caos. Lo que sucedió en Argentina parece distinto. Los presos, dice Fondebrider, “en general no es la gente que apretó el gatillo sino militares de mucho nivel que estaban todos los días torturando y matando”. Para el antropólogo eso es una solución política, simbólica y cultura al mismo tiempo. “Indica hasta dónde una sociedad está dispuesta a revisar o no este tipo de cosas. Implica darnos cuenta de que la gente que hizo lo que hizo no era gente que mandó Estados Unidos, no vinieron de la Luna. Eran argentinos como nosotros: producto de nuestra sociedad y a los que quizá le gusta el mismo vino que a mí o es hincha de Boca como yo.”

Pese a todo, asumir la existencia de la deuda interna no sólo cuesta en la sociedad argentina. Los antropólogos están convencidos de que es una de las cosas más traumáticas para los países con procesos parecidos: “Es lo más difícil de asumir –concluye Fondebrider–: es difícil entender que (los represores) no son monstruos que chorrean sangre”.

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