EL PAíS • SUBNOTA
Como titular de la Comisión Permanente del Mercosur, Carlos “Chacho” Alvarez dijo que “no hay que dramatizar la situación del Mercosur. Creo que finalmente el petróleo y el gas van a ser el cemento que una la región”.
Cuando asumió al frente de la Comisión Permanente del Mercosur, nada hacía prever lo que le esperaba a Carlos “Chacho” Alvarez. Hoy, con el bloque convertido en arena movediza, Alvarez busca transformar la preocupación que campea en varias de las delegaciones latinoamericanas que se dieron cita en Viena en expectativa por la “reformulación” que, asegura, transita la región. Alvarez conversó largamente con Néstor Kirchner a bordo del avión presidencial del conflicto por las papeleras y del bloque. Mientras el resto de la comitiva espera que bajen de su habitación el Presidente y su esposa Cristina para ir a almorzar, Chacho hace un aparte en el lobby del hotel Sacher y dialoga con Página/12 sobre la crítica situación regional cuando todavía no se conocían las declaraciones de Evo Morales en el centro de conferencias.
–¿Qué se puede esperar de bueno de esta cumbre?
–Las cumbres operan como un foro. Aquí lo que se plantea es un acuerdo estratégico entre la Unión Europea y América latina, y con los distintos bloques subregionales. En el diálogo político tenemos mucha identificación. Hay coincidencias con toda la línea de gobiernos progresistas europeos en cuanto a cohesión social o derechos humanos. La cooperación internacional funciona. El núcleo duro son las relaciones comerciales, eso está trabado. Yo creo que la Unión Europea ha estado como ensimismada. La parálisis que le siguió a los referendos en los que se rechazó el Tratado Constitucional europeo en Francia y en Holanda, y el proceso de adhesión de nuevos países, la hizo mirarse demasiado a sí misma. Pero hay que seguir trabajando. Hay que trabajar por un mejor acceso de la Argentina a los mercados europeos, que Europa termine con los subsidios. Europa, nos guste o no, significa una alternativa al unilateralismo de Estados Unidos.
–¿Quién podía pensar hace unos meses que el Mercosur llegara a este encuentro en un momento tan crítico?
–Hay cuestiones paradójicas dentro del Mercosur. Por un lado hay demandas legítimas de los países de menor desarrollo como Paraguay y Uruguay para que la Argentina y Brasil se comprometan a terminar con las asimetrías. En más de un sentido, el bloque ha sido excesivamente comercialista. Pero por otro lado hay un aumento del volumen político del Mercosur. Venezuela históricamente miró al Caribe y a Centroamérica, es muy importante que haya cambiado y que ahora mire al Sur. Reformula otro eje en la región. La otra paradoja es que, por ejemplo, estuve hace pocos días en México y allá se quejan de que el Mercosur no haga lo suficiente para incorporarlo. No desde lo económico, porque a ellos eso tanto no les interesa, sino desde lo político. Aun con estos problemas a cuestas, al Mercosur se lo ve como un bloque importante desde el punto de vista político. En algún punto se confunde la situación del Mercosur con las papeleras y son temas que hay que separar.
–¿No es muy difícil separarlo?
–Desde el cargo que ocupo yo, hay que separarlo. Yo represento a todos los países del bloque y no puedo opinar sobre las papeleras. Lo que digo es que hay que tener políticas más amplias que lo comercial. Un buen ejemplo sería si se reglamentara el bloque en el campo medio-ambiental. Ahí se superaría lo estrictamente comercial y un problema como el de las papeleras no se repetiría. Hay que avanzar en la institucionalidad de las políticas públicas regionales. Las cuestiones con los países limítrofes ya dejaron de ser cuestiones de política exterior, hoy son temas de la política interna.
–¿Queda espacio para una negociación en el conflicto por las papeleras?
–Siempre tiene que haber espacio para el diálogo. Lamentablemente se frustró la hoja de ruta que Kirchner y Tabaré diagramaron en Chile. Ya quedó demostrado que no hay ninguna instancia superadora al contacto directo entre los presidentes.
–¿Habló con el gobierno de Uruguay sobre el conflicto?
–Todo el tiempo hablo con los uruguayos. El conflicto es algo que no se puede creer, hay cierta perplejidad. Más allá de la vía por la que se resuelva, no debería afectar la relación entre ambos países. Tomando un neologismo duhaldista, diría que la Argentina y Uruguay están condenadas a andar juntos.
–¿Lo notó preocupado a Kirchner en el viaje?
–Por supuesto que está preocupado. Kirchner tiene que dar cuenta de la demanda de un sector de la sociedad argentina. Es increíble. Cuando la región parecía estar en su mejor momento político, quién hubiera pensado que América latina caería en esta situación. En esto tiene que ver también el fracaso del ALCA. Ahora la política de Estados Unidos es hacer un ALCA país por país. Esos Tratados de Libre Comercio (TLC) se transforman en un instrumento de hacer política para Estados Unidos. Esos “alquitas” son peligrosos. Es importante que los presidentes que piensan de la misma manera actúen en comunidad.
–¿Cómo se soluciona la nueva brecha abierta entre Venezuela y Bolivia por un lado, con Brasil por el otro?
–Hay una cuestión con los proyectos que hay en juego en la región. Hay proyectos con más rasgos nacionalistas y populares como los que expresan Hugo Chávez y Evo Morales, y por otro lado están los proyectos de una centroizquierda más tradicional como los de Kirchner, Lula, Tabaré y Bachelet. Esos proyectos tienen que convivir. No hay que dramatizar la situación del Mercosur. Yo creo que finalmente el petróleo y el gas van a ser el cemento que una la región, así como el carbón y el acero fueron para la Unión Europea. Por eso no es momento de apresurarse. Hay que analizar el mapa con cuidado. Se está reformulando.
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