EL PAíS • SUBNOTA › GLOBALIZACION DEL NARCOTRAFICO
› Por C. A.
“Lo que vemos es una profesionalización en el contrabando. Hace unos años eran sólo bolivianos y peruanos. Pero ahora tenemos casos entre pasajeros europeos y de primera clase. El perfil de la mula ingestada es cada vez más variado.” El hombre de Aduana describe lo que la gestión de Ricardo Echegaray exhibe como uno de sus mayores logros: la construcción de nuevos perfiles de riesgo que faciliten la captura de correos humanos de todo tipo, no solo los que portan droga en el cuerpo, sino también los que la llevan adosada al cuerpo –envainados–, en bolsos de mano, o en las valijas. Para la Policía de Seguridad Aeroportuaria, en manos de Marcelo Saín, las categorías son las mismas y la variedad parecida.
En el caso de Gendarmería Nacional las cifras sobre el crecimiento de las mulas como un fenómeno de época son mucho más elevadas: la fuerza que depende del ministro del Interior Aníbal Fernández es la que controla la caliente frontera norte, por donde el tráfico es masivo y por tierra: allí en 2004 fueron detenidas 101 mulas y en 2005 llegaron a ser más de doscientas, aunque de ellas no se sabe cuántas iban ingestadas.
Las otras dos fuerzas detienen a mulas que vienen en avión desde Perú o Bolivia y a las que salen hacia Europa, sobre todo hacia España. Durante el 2006 las mulas con droga en el estómago que fueron detenidas por la PSA y la Aduana son de las más variadas nacionalidades: un austríaco, dos holandeses, dos alemanes, un español, un sudafricano, cuatro peruanos, dos uruguayos y un brasileño. “Esto es un síntoma de la globalización del narcotráfico, de su transnacionalidad”, le dice a Página/12 una fuente de la PSA.
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