EL PAíS • SUBNOTA
Gustavo Veiga, especialista en el tema de las barras, fue golpeado en la sede de Argentinos Juniors tras una discusión con el presidente del club. Uno de sus agresores sería hijo del dirigente. Veiga debió ser atendido en el hospital.
El periodista de Página/12, Gustavo Veiga, fue agredido en un pasillo del estadio de Argentinos luego de sostener una discusión con el presidente del club de La Paternal, Luis Segura. Veiga, golpeado desde atrás por un hincha de Argentinos, debió dejar el estadio en un patrullero y fue atendido de sus heridas, un golpe en la cabeza y cortes en el brazo derecho, en el Hospital Alvarez.
Veiga, corresponsal en Buenos Aires del diario La Voz del Interior de Córdoba, cubría el partido Argentinos-Belgrano en la cabina 1 del palco de prensa. En el entretiempo del encuentro pretendió ubicar al gerenciador del club cordobés, Armando Pérez, para realizarle una entrevista. Pérez se hallaba en la cabina 22, al otro lado, y el periodista se desplazó por el estrecho pasillo que une las cabinas.
En el medio del pasillo había una aglomeración: Diego Maradona (a quien Argentinos le entregó una plaqueta) dialogaba con Segura. Cuando Veiga pidió permiso para pasar, un custodio de Maradona se lo concedió pero, unos pasos más adelante, un patovica empleado de Argentinos se lo negó con un empujón. Ante el reclamo del periodista, el patovica lo insultó al oído.
El diálogo creció en volumen y el presidente Segura se acercó pero, al escuchar el reclamo de Veiga, prácticamente justificó el accionar de sus empleados. Ante la oferta del dirigente de recibirle una queja por escrito, Veiga lo aplaudió de manera irónica, lo que motivó insultos de un grupo que estaba detrás de Segura.
En inferioridad numérica, el periodista de Página/12 dio media vuelta, olvidando la entrevista con Pérez, para volver a su cabina, cuando vio que varias personas (una de ellas sería el hijo del presidente) se aproximaron de manera amenazante. Inmediatamente recibió un golpe a la altura del cuello, que lo lanzó contra la pared externa del estrecho pasillo, lo que le produjo los cortes en el brazo. Logró evitar caer al piso y lo salvó la providencial actitud del ex delantero de Argentinos Silvio Carrario, que lo protegió. “Andate porque te van a matar”, le sugirió el futbolista. Veiga se refugió en la cabina 1 y salió del estadio en un patrullero rumbo a la comisaría 41ª. Allí hizo una exposición de los hechos, aunque todavía no radicó la denuncia por la agresión. Luego fue llevado al Hospital Alvarez.
Veiga, un experto en el tema de las barras bravas y sus vinculaciones políticas y gremiales, asegura que la agresión no está vinculada con la nota de tapa publicada ayer por este diario, una radiografía de las patotas que actúan en el fútbol. Fútbol de Primera ignoró la grave agresión y, hasta anoche, Veiga no había recibido una disculpa de Argentinos. Una serie de notas que escribió en 1998 provocó la expulsión del genocida Carlos Suárez Mason del padrón de socios del club de La Paternal.
POR GUSTAVO VEIGA
El presidente de Argentinos Juniors, Luis Segura, entiende que los periodistas somos como los barrabravas. Eso sí, pero “más cultos”. Con ese razonamiento elemental, ayer, en el palco de prensa de su club, me dirigió la palabra cuando sólo intentaba llegar hasta donde se encontraba otro presidente, el de la empresa que administra Belgrano de Córdoba: Armando Pérez. ¿Por qué? Porque también trabajo como corresponsal del diario La Voz del Interior. Pero en el camino hacia Pérez me topé con un par de patovicas. Uno de ellos es empleado de la institución de La Paternal. Que me insultó al oído, una, dos, tres veces, previo a un empujón en el pecho que invitaba a retirarme.
“Si querés, escribí una nota, firmala y yo lo suspendo al empleado”, sugirió Segura dos minutos después. Pero quedó descolocado con mi respuesta: “Yo no voy a poner en juego el trabajo de un empleado, ni quiero su suspensión. El sí jugó con mi trabajo.” A esa altura, el presidente de Argentinos no hacía más que dar explicaciones sobre lo inexplicable. Y se encrespó cuando lo aplaudí con ironía.
De ahí al ataque que sobrevino después, azuzado por insultos que venían de un señor que estaba detrás de Segura, no medió ni un minuto. El presidente de Argentinos, desbordado por los acontecimientos, se perdió de vista. También los patovicas, el agresor y todos aquellos curiosos que se encontraban en el palco, hipnotizados por la presencia de Diego Maradona.
Cuando comenzó la segunda etapa del partido –todo había sucedido en el entretiempo–, la desolación me ganó. Apenas un puñado de compañeros se interesaron por mi suerte. Pablo Ocampo, de La Voz, los colegas de LV2, LV3, FM Impacto y Télam. Todos me hicieron sentir un poco más seguro. También Silvio Carrario, el delantero de Olimpo que había ido a ver a Argentinos Juniors, su ex equipo. El se jugó y nunca olvidaré su gesto. Como tampoco la solidaridad de amigos, colegas de varios medios, la Utpba y, para cerrar un día de oscuridad, el emotivo e-mail que me hizo llegar Pablo Russo, de Hinchas de Argentinos Juniors por la Memoria. Una bocanada de aire fresco entre tanta locura.
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