EL PAíS • SUBNOTA
La familia de Julio Troxler compartió con Página/12 el recuerdo de ese militante que sobrevivió a la masacre de José León Suárez y fue asesinado por la Triple A.
› Por Alejandra Dandan
Todo indica que la reapertura de la causa de la Triple A tendrá efectos múltiples. Uno de ellos empezó a verse la semana pasada en el juzgado de Norberto Oyarbide con la presentación de familiares, ex compañeros de militancia de las víctimas y representantes de organismos de derechos humanos que piden presentarse como querellantes para ampliar las investigaciones de los crímenes. Entre ellos, lo hicieron los compañeros de Julio Troxler. La planificación de la ejecución de aquel militante peronista que escapó de los fusilamientos de José León Suárez en 1956 y se convirtió en una de las víctimas emblemáticas de la Triple A ahora es una de las claves que sigue la Justicia para citar a Isabel Martínez de Perón en el marco de la causa. Aquí hablan su viuda y sus ex compañeros. Dan cuenta de su vida y de por qué decidieron presentarse como querellantes.
Aunque su apellido podría haber disparado su vida para algún otro lugar, Leonor von Wernich es la viuda de Julio Troxler. Sobrina de Christian von Wernich, el capellán de la policía de Ramón Camps que visitó los centros clandestinos de detención durante la última dictadura y ahora está detenido, acusado por seis homicidios y a punto de ser sometido a un juicio oral. La opción política de Leonor la llevó a otra parte. Se encontró con Troxler cuando era perseguido por su actividad política en la resistencia peronista.
“Lo conocí en la cárcel de Olmos”, dice ella. Leonor ahora tiene 87 años y vive con dos de sus hermanos en los alrededores de Paraná desde hace años. “Nosotros teníamos un grupo de compañeras con las que visitábamos a los detenidos políticos que estaban solos –explica ella–. Y un día nos fuimos a visitar al Gordo (John William Cooke) y lo visitamos a Julio, no sé si porque no podrían verlo sus hermanos, a lo mejor era así. Pero ahí lo conocimos.”
La segunda vez que lo vio fue poco más tarde, en su casa y mientras lo tenía clandestino. “Como la situación se puso mucho más comprometida, con las familias teníamos que alojar a los que estaban en la clandestinidad. Era por el sesenta y pico. A casa vinieron Julio y su hermano Bernardo.”
Y la estadía no resultó muy sencilla. Leonor se había criado en la provincia de Córdoba, en una familia de misa de once y de Jockey Club. Troxler ya era un sobreviviente. Había salido vivo de la matanza ordenada por la Libertadora contra un grupo de militantes peronistas que se había levantado para restituir a Perón. Desde entonces vivía clandestino entre Bolivia y Argentina. La casa de Leonor estaba en la calle Roca 1444 de Vicente López y cuando Troxler llegó se encontró con un cuarto preparado sigilosamente en el primer piso.
“Como él llegaba de noche, con mi mamá le dejábamos la luz apagada, que quería decir que todo estaba sin problemas; cuando la luz quedaba prendida quería decir que por ahí estaba mi papá.”
Leonor se había hecho peronista cautivada por la pasión de su madre. Y con los años no cambió. Ahora mismo, le pidió a uno de los antiguos compañeros de Troxler que se presentara en la causa de Oyarbide, que fuera al despacho y se fijara, para actuar en su nombre como apoderado “político”. Todo esto, dice, “me significa una gran alegría, porque son pocos los que conocen el sacrificio que hizo mucha gente, de los que han muerto para que la Patria viva”.
A Julio Troxler lo mató un comando de la Triple A el 20 de septiembre de 1974, en un callejón de Barracas a plena luz del día. En ese momento tenía 52 años. Y había protagonizado su propia historia en Operación Masacre, de Jorge Cedrón, y Los hijos de Fierro, de Pino Solanas.
Eladio “Tate” Martínez escribió una síntesis de su historia. Es uno de sus antiguos compañeros de militancia. “Pero para hacerla corta –dice él–, el dato más significativo es que fui dirigente de Foetra entre 1960 y 1966, el gremio del peronismo revolucionario.” En ese espacio del peronismo revolucionario se encontró con Troxler, como lo hizo con Envar el Kadri, Cooke y Gustavo Rearte. Y ahora él es la persona que por mandato de la viuda acudió al despacho de Oyarbide para preguntar por la causa.
“Cuando lo levantaron, Julio iba a la Facultad de Derecho donde trabajaba”, explica él. Se lo llevaron a Barracas en un auto color negro con cuatro hombres en el interior. El coche “ingresó por la calle Arcamendia hasta desembocar frente al elevado paredón de ladrillos que limita con el terraplén ferroviario”. En ese momento, los ocupantes del coche le obligaron a bajar y le ordenaron caminar hacia la calle Suárez en el mismo sentido del vehículo. “Julio caminó unos pasos con las manos atadas a la espalda y cayó fulminado por una ráfaga de ametralladora disparada de un auto”. Lo mataron en el pasaje Coronel Rico de Barracas. Horas más tarde, continúa Tate Martínez, “un comando de las AAA se atribuía el hecho criminal enviando una foto a la prensa del documento que habilitaba a Julio Troxler a ingresar a la residencia del general Perón en la calle Gaspar Campos de Vicente López”.
Llegado a este punto, su familia y sus ex compañeros reparan en un dato de la causa judicial, el mismo que tuvo en cuenta el juez Oyarbide hace una semana para evaluar la posibilidad de convocar a Isabel Perón. Se trata de una célebre reunión realizada en la quinta de Olivos con la presencia de Isabel Perón y del ministro de Desarrollo Social “El Brujo” José López Rega y en la que se habría planificado el secuestro y su ejecución. Los familiares la mencionan como la reunión del 8 de agosto de 1974. “El doctor Taiana nos avisó de esa reunión –dice Leonor–, que lo queríamos muchísimo, pero no creíamos que podían llegar a una alevosía tan grande.”
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