EL PAíS • SUBNOTA
“El que te dice que la velocidad no le gusta, en algún punto íntimamente miente (...) La decisión de decir ‘voy más lento’ es una decisión racional; la decisión de decir ‘voy más rápido’ es emocional.” El testimonio pertenece a Lucho, uno de los conductores porteños entrevistados en el marco del estudio realizado para la Comisión Nacional de Programas de Investigación Sanitaria (ver nota central). En un hallazgo no esperado, se encontró que “el gusto por las máquinas y la fascinación o la admiración por la técnica y la destreza en el manejo emergió tanto entre algunos varones como entre las mujeres”. “...porque soy medio fierrera (...) me gusta ir rápido, me gustan los autos, me gusta cada vez que sale un auto nuevo”, contó Loli.
Entre los conductores predominan las ideas que describen una “relación utilitaria” con el auto, tanto en lo que respecta a los motivos de su elección al momento de la compra, como en el uso actual: ahorro de tiempo frente a la alternativa del transporte, confort, precio accesible, adecuación a sus necesidades laborales o familiares.
En total fueron indagados 31 conductores de automóvil, 12 mujeres y 19 varones en grupos focales y entrevistas individuales.
“En la generalidad de los discursos –señala el estudio– la práctica del manejo se asocia a sensaciones placenteras, aunque localizada en situaciones que invitan al disfrute (la tranquilidad de la ruta, las vacaciones) contrapuestas a las condiciones estresantes del manejo en la gran ciudad y al sentido del auto como herramienta de trabajo.”
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