Mié 16.05.2007

EL PAíS • SUBNOTA

“La mayoría de los países no tiene obispo militar”

“La sociedad argentina debe preguntarse si le hace falta un obispado militar”, es lo primero que dice el sociólogo Fortunato Mallimaci al comentar la renuncia del vicario castrense Antonio Baseotto. Para el ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, especialista en la historia del catolicismo, la respuesta a ese interrogante es que no. “De hecho, la mayoría de los países democráticos no lo tienen, porque los militares no son ningún cuerpo especial y pueden asistir al culto como lo hace cualquier ciudadano.”

–¿Por qué en la Argentina tenemos un obispado castrense?

–Porque el gobierno militar de (Pedro Eugenio) Aramburu, siguiendo el consejo del gobierno peronista anterior, creó la vicaría militar. Después, (Carlos) Menem la convertiría en obispado.

–¿Existían antes de Aramburu sacerdotes militares?

–Sí, desde la creación de las Fuerzas Armadas burocráticas, a fines del siglo XIX. Lo que no existía era un vínculo especial, creando un obispo a cargo y una relación estrecha entre el episcopado y las Fuerzas Armadas. Por eso durante mucho tiempo el vicario de las Fuerzas Armadas fue el arzobispo de la ciudad de Buenos Aires. Menem creó la cláusula por la cual el nombramiento del vicario castrense es del Vaticano, pero el presidente debe dar su acuerdo.

–¿Qué función ha cumplido históricamente el vicariado?

–Tiene la función de atender a los militares, y en la medida en que los capellanes, el vicario y el obispo funcionan más como militares que como civiles, cumplieron la función de acompañar todo el proceso de militarización y acompañaron el terrorismo de Estado, como hemos conocido por innumerables testimonios, aconsejando y legitimando la política de la dictadura. El ejemplo del obispo Baseotto yendo a la Corte Suprema de Justicia para pedir que no se deroguen las leyes de Obediencia Debida y el Punto Final, los discursos del obispo Baseotto apoyando una revisión de la memoria para que no sean condenados los militares, el discurso del obispo Baseotto proponiendo tirar al mar al ministro de Salud Ginés González García porque distribuía preservativos muestra a un sector del obispado que funciona más como militar que como ciudadano. Ahora, quiero dejar en claro que estas declaraciones de Baseotto, sean pidiendo a la Corte Suprema que no derogue las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, cuando dijo que había que tirar al mar al ministro de Salud, o cuando pidió condenar a los movimientos de derechos humanos, jamás fueron repudiadas por el resto de los obispos ni por los partidos políticos. El hecho de que exista en la Argentina un salario para todos los obispos y una retribución especial al obispo militar muestra que aún quedan resabios de la dictadura en el vínculo entre Iglesia, Estado y partidos políticos.

–¿La renuncia de Baseotto va a modificar la relación entre el Gobierno y la Iglesia?

–No. El problema no es Baseotto. No va a cambiar nada en la medida en que el obispado militar continúe. Hay numerosos países democráticos que no tienen vicaría militar, porque las fuerzas democráticas piden que los militares, como los policías, como cualquier otro grupo social, vayan a la parroquia como va el empleado, el obrero, la docente: que se junten en el mismo lugar. En un proceso de profundizar la democracia es importante que ningún grupo tenga privilegios.

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