EL PAíS • SUBNOTA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
La Justicia ha avanzado con celeridad en la investigación sobre la “bolsa de Felisa”. A la eficiencia del fiscal Guillermo Marijuan se le sumó la increíble sucesión de torpezas mediáticas de la ahora ex ministra para explicar el origen del dinero hallado en el baño de su despacho. De aquí en más será un tema que se definirá en Tribunales, con eventuales sorpresas por las ramificaciones sobre los circuitos del dinero negro que se mueven en la economía doméstica. Pero mientras Miceli tendrá que brindar pruebas –si las tiene– para desmoronar la firme hipótesis de que ese dinero era de origen ilegal, su salida por la peor puerta del Gobierno ofrece a ciertos sectores la posibilidad de abrir otra que también puede resultar poco feliz.
Miceli representaba el desembarco en el estratégico Ministerio de Economía de las posiciones más heterodoxas posibles dadas las actuales condiciones socio-políticas. Con un poco de exageración, pero no tan alejado de la verdad teniendo en cuenta los antecesores en ese cargo, un economista que le tiene aprecio sostenía que “es el ministro de Economía más de izquierda desde José Ber Gelbard”. Por consiguiente, con el escándalo de la “bolsa” en su máxima exposición, ese economista comentaba resignado que lo más probable es que cualquiera que la reemplace será un pasito, en el mejor de los casos, o varios pasos atrás, en el escenario deseado por el lobby financiero y que trata de imponer lanzando sus candidatos. Esta cuestión no tendrá una definición para el período de transición que se inauguró ayer hasta el fin del actual mandato de Néstor Kirchner, sino que es importante sobre su efecto sobre la próxima administración. El nombramiento de Miguel Peirano, de raíz neodesarrollista y ex economista de la Unión Industrial, incorpora con más fuerza ese interrogante. ¿Será el ministro que continuará en un eventual gobierno de Cristina o será, simplemente, el puente de plata para pasar la actual tormenta?
Si bien se sabe que la orientación de una política económica se define en la Casa Rosada, quién se convierte en su ejecutor no es un aspecto irrelevante en la desigual batalla cultural para la generación de consensos en una sociedad hipersensible con los temas de la economía. Peirano transita un sendero similar –no igual– al de Miceli en la cosmovisión del mundo. Si continúa en el cargo en el próximo gobierno, como dicen que alguien le sugirió, será simplemente un pasito al costado, aunque tendrá que mostrar que se ha liberado de la influencia-lobby de la Unión Industrial, que ayer recibió con apasionado entusiasmo su designación.
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