EL PAíS • SUBNOTA › FESTIVAL DE MUSICA EN PLAZA DE MAYO POR EL CHE
› Por Eduardo Videla
Hace cuarenta años que lo mataron. La Plaza de Mayo, esta tarde, luce casi completa. A veces hay sol, a veces las nubes amenazan con estallar, pero nada puede correr a los chicos. Un conglomerado variopinto de ro-ckers –cepa pura–, familias jóvenes y militantes universitarios. Está quien sostiene las banderas rojas de, al menos, tres agrupaciones presentes –MST, PO, PCR–, está quien acompaña la mística del Che desde una subjetividad distinta. Más desde el corazón que de la cabeza, más desde una apropiación libertaria –difusa pero romántica– que de la esperanza concreta, real de utilizar su ejemplo para que algo cambie. Son los existencialistas de suburbio. Con remeras de La Renga, o de Los Gardelitos, o de Intoxicados, o de Callejeros. Pero una consigna los aúna... estar ahí, en la plaza, dando el presente.
El eclecticismo tiene que ver con la pretensión inclusiva de los convocantes: la FUBA, HIJOS, el MUR y la FULP –integrantes de la comisión de homenaje al Che– hicieron a un lado las asperezas ideológicas y convocaron a la juventud. Bajo ciertas coordenadas precisas –solidaridad con Venezuela, Cuba y el movimiento obrero de Bolivia, contra la Ley Guantánamo–, convocaron a numerosos grupos de música. Y entonces, la gran cantidad de rolingas apartidarios que esperan a La 25 están debajo de la bandera más grande de la plaza, que pide por los estados unidos socialistas de América latina; la venta de libros revolucionarios de color rojo, con puestos improvisados que venden artesanías o fotos de Guevara; rondas de mate, vino o cerveza con familias y chicos con globos. Los grupos son muchos. Hay de folklore –resalta Bruno Arias–, hay otros de tango –La Percanta– y ciertas expresiones rioplatenses como Alejandro Balbis y los Caballeros de Peluca, que ensayan una versión a marcha camión de “Hasta siempre”; hay murga pura y grupos de teatro, pero lo que prolifera es el rock. El escenario es pequeño y los organizadores se quejan, porque la luz se corta a cada rato. “Esto es un boicot. Hay gente interesada en que esto salga mal”, grita otro. Aztecas Tupro –ska fiestero y poderoso– sufre las consecuencias.
En el fondo del escenario sólo hay una consigna: “Si el presente es lucha, el futuro es nuestro”. Entre banda y banda llegan adhesiones: la del Frente Sandinista se mezcla por Argentilandia (programa de la radio La Tribu). Pablo Webhe, cantante de Aztecas Tupro, pide que la fiesta sea con paz y respeto. Las tribus actúan en consecuencia. Motokeros hacen flamear sus banderas negras. Una juntada de punkies espera por Dos Minutos, otros –menos ataviados– por Las Manos de Filippi y ciertos rastas copan el centro de la plaza para ver a Karamelo Santo. El Che vive en todos ellos, en algunos como “un chabón grosso”; en otros, como la guía para edificar futuro; en otros, apenas como icono de bronce. Cada uno, hoy, tiene su Che.
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