Jue 01.11.2007

EL PAíS • SUBNOTA

Boletas y democracia

› Por Valeria Brusco *

Las boletas argentinas para votar son un problema: el diseño anacrónico del instrumento para votar es crucial. Hay politólogos, políticos y dirigentes de ONG muy prestigiosas que avalan la discusión. Es cierto que hay una implosión de los partidos políticos, que hay una “democracia de candidatos”, que en semejante fragmentación nadie tiene muy claro en qué se diferencian un candidato de otro, que menos se sabe quién apoya a quién y desde cuándo. Todo eso es cierto y es central encontrar caminos de reencauzamiento de una democracia con partidos sólidos y previsibles. Pero con un instrumento precario como la boleta que usamos, seguro que no tendremos una mejor democracia.

Los partidos políticos distribuyen las boletas electorales en pocos lugares del mundo, a saber: Panamá, Uruguay y Colombia hasta 1991. En la Argentina sabemos que es una estrategia más de campaña: se hace propaganda los días previos a la elección usando la boleta como un panfleto. Los votantes “hacen su elección” fuera del cuarto oscuro con influencia de algunos dirigentes políticos. Los partidos tienen esa ventaja, la de la distribución de las boletas (y quizás inducir mediante dádivas o pequeños servicios a sus simpatizantes a votar de determinada manera), pero, seamos justos, no todo son rosas para ellos. Tienen además ciertos costos que debieran –creo yo– preocuparnos a todos. Los partidos políticos, grandes y pequeños, deben disponer de recursos para imprimir las boletas, deben garantizar cierta cantidad de papeletas en los cuartos oscuros al comenzar la elección pero también –en lo que ya no es paradójico sino esquizofrénico– cuidar que nadie las retire del lugar de votación durante la elección.

La paradoja está en la asignación de responsabilidades. La Justicia electoral deposita la responsabilidad del normal desenvolvimiento del comicio en los partidos políticos. Los partidos le piden ayuda a la Justicia cuando ven que les roban sus votos. Ergo: los ciudadanos no gozamos del derecho a elegir a (algunos) representantes. La Justicia nos mira a los ojos y nos dice: “sólo tienen derecho de elegir a quienes tengan fiscales en cada mesa”. ¿Puede una democracia sostenerse en el número de fiscales por cada partido? Hay algunos caminos posibles para estas disfunciones. En mi opinión, el voto electrónico no es el mejor ni el más usado en los países desarrollados, ni el más seguro (no ignoramos que ningún sistema es seguro del todo y siempre).

Más de un especialista ha señalado la necesidad de adoptar la boleta australiana o cédula única para la elección. Se trata de una boleta del tamaño de una hoja oficio donde se enlistan todos los candidatos con el mismo tamaño de letra, una foto o logo del partido y –como si fuera un examen de múltiple opción– el votante marca con una cruz el nombre del partido o candidato que le guste. Si se trata de una elección a presidente hay una hoja o cédula. Si concurren elecciones a diputados hay otra cédula donde se listan los candidatos a diputados. ¿Qué solucionamos con ellas? La Justicia administra el proceso, distribuye las cédulas. En un cuarto oscuro, la Justicia Federal debe garantizar nada más que 450 o 250 (según el número de votantes en cada mesa) de esas papeletas. No hay que cuidarse de “ladrones de boletas”. Ningún puntero o militante estará interesado en robarlas puesto que su candidato figura en la misma boleta. Como no se distribuyen de antemano, porque la Justicia manda las cédulas dentro de la urna el día de la elección, los ciudadanos sólo pueden elegir en el cuarto oscuro. Como se hace una marca para cada tipo de cargo (presidente en una cédula, diputado en otra cédula) la sumatoria-acople-colectora no existe más, como por arte de magia. Hago dos “exámenes de múltiple opción” y elijo a cada candidato en hojas oficio diferentes.

Con el resultado del domingo pasado, quizás una reforma política que garantice estos cambios no sea una prioridad, pero quizás no conocemos la agenda definitiva. Algunos medios de comunicación, las ONG dedicadas a cuestiones de transparencia y democracia, y los profesionales de la ciencia política estamos llevando adelante un serio movimiento con el objetivo de que las elecciones del 2009 no nos pongan de tan mal humor.

* Politóloga, Centro de Estudios Políticos y Sociales (Córdoba),

http://cepys.blogspot.com

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