EL PAíS › DANIEL GOLDMAN, RABINO DE BET-EL
“El pánico impide reaccionar”
Por Martín Granovsky
Rabino de la comunidad Bet-El, discípulo de Marshall Meyer y miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Daniel Goldman no es un religioso de vida contemplativa. Por eso suele asociarse a iniciativas concretas tanto para testimoniar un reclamo de justicia como para garantizar solidaridad con los excluidos.
–¿Por qué no llamaron a una protesta contra la inseguridad?
–Para que no hubiera confusiones. La primera premisa es que la inseguridad no se resuelve con la idea vulgar de mayor seguridad. Cuando se habla de más seguridad, en realidad lo que suele estar detrás no es eso sino un camino que lleva sin duda alguna a los excesos, los abusos y el oscurantismo que hemos conocido en tiempos no tan lejanos.
–La convocatoria es contra la violencia, pero violencia es una palabra de significado muy variado.
–Sí, y hablamos de violencia en un sentido muy amplio. El Estado tiene que revisar quiénes están dentro suyo para que nos demos cuenta del mundo en que vivimos. Incluso hay violencia dentro de la propia policía. Pensemos en lo violentas que son las diferencias entre un simple policía con un sueldo lamentable y su jefe corrupto. Es un sistema perverso.
–¿Qué buscaron con el llamado?
–Marcarle la agenda a la clase dirigente, para que coloque esta crisis profunda como prioridad y deje de ver su propio ombligo traducido en internas. Pensamos en una manera pacífica de canalizar el rechazo a la violencia. Hoy lo que no está viendo la clase dirigente es qué pasa con la gente. Y esto lleva a una atomización y a una situación de temor que conducen a la parálisis. Gente que no quiere salir de su casa, escuelas enteras que tienen miedo de ir de excursión, pibes que no se van a juntar con otros pibes... Así se quiebran lazos sociales y se dificulta la posibilidad de construir un país solidario y mancomunado.
–¿Harán una nueva convocatoria para que los políticos, por ejemplo, participen?
–No. Todos pueden participar de las actividades, pero la convocatoria queremos hacerla desde dos de las pocas instituciones que mantienen un marco de credibilidad, la escuela y la institución religiosa. Hace mucho tiempo ya que ambas se ocupan no sólo de la educación sino de la vestimenta, la comida, la contención. Y bueno, lamentablemente también debemos empezar a ocuparnos del tema de la violencia.
–¿No tienen miedo de que se les encarame el reclamo de mano dura?
–Lo nuestro es diferente. Queremos educar hacia la paz. Y por eso buscamos que en la sociedad no haya fisuras por donde se cuelen personajes que amplíen el pánico.
–¿Les preocupa especialmente que el pánico se extienda?
–Sí, claro. El pánico quita capacidad de reacción.
–Pero incluso sin impulso externo, la gente podría volcarse espontáneamente a la mano dura.
–Esperemos que no pase. En ese punto es donde muchos medios nos pueden ayudar a que se distinga el no a la violencia de las soluciones falsas. Criticamos la violencia para imaginar soluciones distintas, que tiendan al desarme. Doy un ejemplo sólo como hipótesis: ¿qué pasaría si pensamos en un programa de devolución de armas a cambio del compromiso del Estado de generar espacios cooperativos de trabajo?
–Las bandas de secuestradores no son bandas de hambrientos.
–Sí, pero cunden por el nivel de turbulencia social. Hasta en el delito hay diferencias. Pero volvamos a nuestra convocatoria. Nos preocupa el pozo depresivo que genera en la sociedad el temor a la violencia.
–¿La de ustedes será, al final, una convocatoria religiosa y laica?
–No me importan esas categorías. Es una convocatoria. Punto. Habrá sectores religiosos y estarán aquellos que desde su adhesión a valores de vida hagan una apuesta conjunta. Nosotros no queremos avanzar ahora en propuestas concretas, pero es evidente que la violencia crece gracias a las espantosas diferencias sociales y al nivel de alto desempleo. La nuestra es una manera de canalizar la situación actual para que la violencia no nos paralice al punto de impedirle a la gente seguir desarrollando naturalmente su vida.