ESPECIALES • SUBNOTA › CUANDO VOLVIMOS A VOTAR > LOS TESTIMONIOS DE PERSONALIDADES DE LA CULTURA
“Yo estaba en Europa en ese momento, vivía en París. Ahora creo que se puede votar en el extranjero pero en aquel entonces no, y tenías que ir al consulado a justificar por qué no votabas aquí. Me acuerdo que la cola era larguísima y era como una fiesta: toda la gente estaba contenta, todo el mundo estaba muy esperanzado. Hacían la cola para decir ‘No podemos votar’ pero con el entusiasmo como si fuesen a votar. Y yo también lo viví como todo el mundo: con mucha esperanza. No voté por lo que digo, pero en ese momento hubiera votado por Alfonsín. Para mí significó lo mismo que para todos los argentinos, salvo los partidarios de la dictadura: un gran alivio.”
“La jornada de votación creo que fue la última vez que vi a la Argentina tan feliz y yo adentro de ella. Además, hacía unos meses que me había reincorporado a la vida en Argentina porque viví en México hasta enero del ‘83. En ese mes volvimos. Yo había entrado a Clarín y para el día de la votación le hice una entrevista larga a María Elena Walsh que se llamaba La joven sabia de la tribu, justamente contando desde ella lo que me parece que era la síntesis del sentimiento de ese momento: la esperanza. En ese momento, el sentimiento colectivo era el de la esperanza.”
“Fui a votar como quien va a la cancha un día de gloria. Tenía una euforia, una alegría, una libertad... Tenía 23 hermosos años, era estudiante de teatro y recuerdo que fui con mi pelo largo suelto y lleno de esperanzas a una escuela de Caballito. Me acuerdo que la noche anterior hicimos una fiesta con todos mis compañeros de teatro y el día de la votación también lo fue. La gente estaba de buen humor y reinaba la euforia. Lamentablemente, nunca más volví a vivir esa sensación en una jornada cívica como la que sentí en aquella de la recuperación de la democracia. Fue la primera y única vez que fui a votar con certezas y esperanzas.”
“El ’83 fue un año maravilloso para la democracia pero aciago para mí porque falleció mi madre. Tengo asociada la llegada de la democracia con la muerte de la vieja. Pero más allá de que ese día estuvo teñido por ese dolor personal, me invadía una esperanza muy grande, porque se abría una etapa que iba a ser renovadora para todos. Recuerdo que después de tanto horror, se respiraba un clima hermoso: era el fin de una época y el comienzo del nunca más. Había un espíritu muy vivo en la calle. La calle nuevamente pasó a ser de la gente. Era bueno ver que la noche se había terminado. Pero lamentablemente no podía disociar el dolor de que mi madre no podía ser parte de ese momento. De todas maneras, en mi cabeza estaba latente hasta qué punto la democracia iba a tener la fortaleza para resistir a los resabios de algunos sectores. Mi generación se dirimió entre gobiernos democráticos estentorios y golpes de Estado. Hoy, por suerte, uno ya no tiene ese temor. La democracia está fortalecida.”
“Yo en ese tiempo estaba en España haciéndome un lugar en la cultura del exilio. La recuperación de la democracia la viví con mucha alegría, pero con los temores del horror en el que todavía estábamos imbuidos. Estábamos saliendo de un proceso muy doloroso, donde mucha gente como yo sufrimos mucho y tuvimos que irnos del país con total indiferencia de la población. Porque, además de los 30 mil desaparecidos, hubo todo un sector de la población y la cultura que perdimos un pedazo de nuestra vida porque fuimos desechados de la sociedad. La apertura democrática la vivimos a la distancia con mucha expectativa e intensidad, porque muchos argentinos exiliados sentimos ese día que las puertas del país se nos volvían a abrir. Más que la democracia, lo que recuperamos fue la diversidad como país, tanto como sociedad y como individuos. Ahora estamos viviendo una plutocracia que aspira a ser democracia. Es una democracia formal, con muchas libertades, pero 25 años después tenemos infinidad de dificultades para crecer, porque seguimos en manos de gente que tiene muchísimo poder. Aún hoy hay sectores que quieren imponer con prepotencia su propio pensamiento y se resisten a que podamos crecer como país.”
“Voté por Alfonsín y rápidamente me fui afuera. Era un domingo que había mucho sol, mucha luz y me acuerdo que estaba muy inquieta, muy desasosegada y muy contenta. Todas las emociones juntas. Entonces, me fui en bicicleta desde mi casa en Tortugas a un lugar que se llama Village. Y le dije al portero de ese lugar que era una especie de club de campo: `¿Cómo van las elecciones?’. `Parece que va ganando Alfonsín’, me dijo él que estaba escuchando la radio. Y así fue el día, de una emoción enorme, había cánticos y alegría. La gente venía y brindaba con uno. Ese es mi recuerdo.”
“En realidad, fue una jornada esperada por todos los argentinos: una democracia con una libertad de expresión que, en ese momento, para nosotros esperaba ser como un gran alivio por la represión que habíamos tenido individual y colectiva durante tanto tiempo. Evidentemente, Alfonsín tomó el bastón de una necesidad que teníamos todos nosotros de ir a la Plaza y gritar: ¡Viva la democracia!. O sea que a la Plaza, fuimos los alfonsinistas, los no alfonsinistas porque lo importante del acto de la asunción de Alfonsín fue la expresión de la libertad que tuvo el pueblo argentino después de tanto tiempo de represión. O sea que yo creo que es una cosa que va más allá de lo partidario, de las diferencias ideológicas y políticas, y prácticamente se transformó en una explosión emocional refrenada durante tanto tiempo por el proceso militar.”
“El 10 de diciembre de 1983 se inauguró una nueva época en nuestro país, llamémosle ‘democrática’ en oposición a la que había empezado el 6 de septiembre de 1930. Primero estuvo el fraude, luego un fraude más escondido, y al final tuvimos largos años de dictadura sin votar. Los que tenemos edad suficiente, sabemos que desde entonces se sufrieron censuras y faltas de libertades. En ese sentido, creo que en 1983 se inició una época republicana con una democracia que hoy, a 25 años, se mantiene firme, en buena parte por la fuerza que le debemos a Raúl Alfonsín por haberse enfrentado a grandes oposiciones del ejército. Es cierto que aún no se puede manejar bien la parte económica, sobre todo en el período menemista. Incluso ahora, que el Gobierno está luchando para ver cómo responder a las exigencias del pueblo y a las suyas propias, se dan estos avatares de la democracia. Yo había votado antes de la dictadura, y en ese sentido yo digo que volver a ejercer ese derecho fue como volver a aprender a leer y escribir, un `volver a empezar’ para todo el país. Ahora depende de que aprendamos a votar de una vez por todas.”
“Después de la caída de Perón, de la Triple A y de la junta militar, fue fundamental para los que volvimos poder verlo a Alfonsín. Fueron años dolorosos, en mi caso cinco años en México. Cualquier cosa que se parezca a eso es fatal y no hay como la democracia, siempre y cuando todos podamos ejercerla. Y hay que sacarse esa sensación de que con el voto se premia o se castiga; el voto es parte de los derechos y obligaciones del ser ciudadano. Recuerdo la emoción que sentí ese día, porque nuestro país se ha caracterizado por no tener un ejercicio democrático sostenido en el tiempo, una frecuencia donde la gente haya hecho y se la haya dejado hacer. Por eso también el voto no debe ser ‘de castigo’, o para `el menos malo’: se tiene que justificar con pensamientos y reflexiones de por qué y para qué. Eso sostendrá una democracia que, a pesar de las crisis, va dando señales de ser un estado extraordinario con el que se pueden hacer cosas potentes, piolas, mejores.”
Producción: Emanuel Respighi, Luis Paz y Oscar Ranzani.
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